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Por Luis Alberto Martínez  y Daniel Riobóo Buezo

En el deporte hay vidas y trayectorias extraordinarias que terminan inspirando a escritores y directores de cine. El recientemente fallecido Muhammad Ali tuvo su biopic cinematográfico, al igual que el atleta Jesse Owens o Bobby Fischer, el genio precoz del ajedrez. En el ciclismo no son tan comunes pero una biografía tan convulsa como la de Lance Armstrong también merecía ser contada para la gran pantalla. Quien se ha atrevido no ha sido un cineasta norteamericano, sino el experimentado director inglés  Stephen Frears en «The Program» (El ídolo) que podéis ver aquí. La cinta, sobre un guión de John Hodge (guionista de ‘Trainspotting’) narra cronológicamente la carrera de Armstrong desde sus inicios en su Texas natal hasta la confesión de su culpabilidad en el consumo de sustancias dopantes en el programa de Oprah Winfrey.

Tras el informe de la USADA, la agencia contra el dopaje de EEUU, y su confesión pública de culpabilidad, la UCI desposeyó a Armstrong de sus siete Tours y finalmente decidió que quedaran desiertos. Sin ganador. Como si no hubieran existido. Al igual que un frágil castillo de naipes, así se desmoronó el todopoderoso imperio de Armstrong. El indiscutible dominador del Tour de Francia en la primera década del siglo XXI vio cómo se derrumbaba su fortaleza un día tras otro. El paso de las semanas desveló nuevos secretos sobre sus prácticas dopantes, supuestas compras de carreras y extraños mecanismos en torno a su victorioso periodo comprendido entre 1999 y 2005.

Parece fácil en la actualidad sumarse a esta dura campaña en contra de la figura del ex ciclista texano, pero muchas voces discordantes le señalaron con el dedo acusador incluso en sus años de reinado, algo en lo que la película no incide demasiado.  Y es que fueron muy frecuentes las sospechas sobre la amplia manga ancha en los  controles antidoping efectuados al corredor, por aquello del certificado médico que portaba por su tratamiento de cáncer de testículos. Asimismo, fue muy criticado por centrarse en exceso en el Tour de Francia y olvidarse de otras carreras: para muchos no era un campeón completo un ciclista que menospreciaba el resto del calendario, un corredor que sólo llegaba con 10 días de competición a la única prueba que le importaba.

A finales de 1996 a Armstrong se le detectó un cáncer testicular con metástasis pulmonar y cerebral. Atrás quedaban tres años con grandes triunfos, lo primordial en aquellos momentos era vencer a la enfermedad. Y, tras varias intervenciones quirúrgicas y sesiones de quimioterapia, pudo salvar su vida.

A todos sorprendió con su regreso a la competición en Marzo de 1998, en la París-Niza. Además, venció en la Vuelta a Luxemburgo y ocupó el 4º puesto en la clasificación final de la Vuelta a España. Fantástico, ¿verdad? Y milagroso si se analiza con más detenimiento: el hecho de volver al ciclismo profesional tras superar una dura enfermedad, ya le otorgaba la condición de héroe y de ejemplo de superación. Y de ahí al Olimpo de los Dioses de la bicicleta. Siete victorias consecutivas en el Tour de Francia, pulverizando así los cinco triunfos de los mejores en esa carrera…Ni más ni menos que Merckx, Hinault, Anquetil y el grandullón navarro Miguel Induráin.

Era todo maravilloso: un ejemplo para todos los deportistas, para la juventud y, lo más importante, la constatación de que todo era posible incluso en la peor de las circunstancias. Un gran pedazo de sueño americano. A grandes rasgos, todo parecía ser así. Pero algo no terminaba de cuadrar perfectamente en aquella época. Quedémonos, aparte de toda la historia conocida, con dos momentos oscuros en el periodo de esplendor del norteamericano, dos estratagemas de dudosa ética y de la que se ha hablado menos en reportajes y en la propia película que ahora se estrena.

– Tour de Francia 1999: “Esto te pasa por abrir el pico” ¿A alguien le suena de algo el nombre de Christophe Bassons? Además de ciclista profesional, era columnista en Le Parisien. Desde su espacio en dicho diario, defendió a capa y espada un ciclismo limpio. En una de sus columnas afirmó haber recibido amenazas por parte de Lance Armstrong en el transcurso de una de las etapas del Tour 1999. Misteriosamente, dejo prácticamente en blanco la columna del día siguiente. El pelotón le marginó a lo largo de la ronda francesa. Tanto es así que su propio equipo, La Française D’Jeux, ayudó al US Postal de Armstrong a neutralizar su fuga en una etapa alpina. Dos días después abandonó la ronda al no poder soportar la presión.

– Tour de Francia 2004: “Vito Corleone Armstrong”. ¿Filippo Simeoni? ¿Les suena? El ciclista italiano afirmó haber consumido EPO suministrada por el doctor Ferrari, el mismo que trató a Armstrong y a un buen número de integrantes del pelotón internacional. El ciclista texano consideró dichas afirmaciones como una traición, pues, según él, dejaba en entredicho la limpieza de sus triunfos (en ningún momento el italiano mencionaba a Armstrong en su declaración…). Como si se tratase de un Vito Corleone a los pedales, en el Tour 2004 ejecutó su venganza humillando al italiano saltando tras él y convirtiéndose en su sombra. ¿Qué tiene de particular eso? Pues que el italiano se encontraba a más de dos horas de distancia en la general. Era absurdo a simple vista. Años después, Benjamín Noval, entonces compañero de Lance Armstrong, reconoció que era una orden de equipo desbaratar cualquier opción de triunfo de Filippo Simeoni. Así se las gastaba el gran héroe americano convertido posteriormente en ángel caído.

Además de los ciclistas modestos, otros pesos pesados, incluso dentro de su país, le acusaron de intentar arruinar su reputación por denunciar sus «prácticas mafiosas». Incluso su propio compatriota Greg Lemond, tres veces ganador del Tour de Francia (1986, 89 y 90), afirmó rotundamente que la corrupción es un problema todavía mayor que el dopaje y que Armstrong contaba con la colaboración de la UCI para camuflarlo.

Pero fue a a raíz de la publicación del libro de Tyler Hamilton sobre las prácticas dopantes de su antiguo equipo US Postal, en el que Lance Armstrong ejercía un liderazgo indiscutible, cuando el devenir del tejano empezó a asemejarse a ‘La Caída De La Casa Usher’, de Edgar Allan Poe. El completísimo informe de la Agencia Antidopaje de EE.UU. (USADA), publicado el 10 de Octubre de 2012, demostraba definitivamente que la carrera deportiva del hombre milagro se construyó en torno al dopaje, la mentira y la coacción.

La mirada de Armstrong hacia el desmoronamiento de su corona.

Gracias a los testimonios de varios de los ex compañeros de Armstrong se pudo indagar con profundidad en las prácticas dopantes de la escuadra US Postal entre 1998 y 2005. Bajo la supervisión del anteriormente mencionado doctor Ferrari, y con la colaboración de los médicos españoles Pedro Celaya, Luis García Del Moral y Pepe Martí, y con la aquiescencia del director deportivo del equipo, Johan Bruyneel, se instauró un sofisticado programa de dopaje en el equipo US Postal. Por no hablar de la forma de ocultar un positivo del texano en la etapa prólogo del Tour de 1999. Fue por cortisona, esa sustancia que utiliza gran número de ciclistas gracias a las prescripciones médicas, pero de la que Armstrong carecía. Ya se haría con una: el ínclito Del Moral falsificó una con fecha anterior al positivo. A partir de entonces, fue repetir la historia una y otra vez, con certificado médico mediante.

A partir de la publicación de este informe, la figura de Lance Armstrong recibió un varapalo tras otro, desde la retirada del patrocinio por parte de la todopoderosa Nike (se llega a rumorear una posible aportación de la marca para cubrir un positivo del texano), u otros como Trek y Oakley, la compra de carreras y el respaldo de la Unión Ciclista Internacional (UCI) al trabajo de la USADA.

Si bien algunos ciclistas defendieron al tejano alegando que el dopaje durante aquellos años era prácticamente generalizado, para la mayoría de la opinión pública internacional Armstrong se convirtió en un ciudadano proscrito. Su ascenso al cielo y su caída a los infiernos ya fue contado con detalle en el documental «La gran mentira» de Alex Gibney. Ahora su historia es dramatizada en un biopic por momentos irregular pero que nos vuelve a recordar que en el deporte, como en la vida, los tramposos no siempre se salen con la suya.

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