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Por Daniel Riobóo Buezo

En el deporte la competitividad llevada hasta el extremo genera que pueda haber casos en los que algunos busquen atajos para lograr la victoria a cualquier precio para conseguir la gloria y jugosos premios económicos. Así, como en la sociedad en general, hay muchos casos de falta de ética, de deportistas capaces de cualquier artimaña o trampa para vencer a los demás. Personas e incluso tramas organizadas con ninguna moral, mucha codicia y escasos escrúpulos que están dispuestos a cualquier cosa por vencer o enriquecerse.

Los «falsos paralímpicos» y la autocanasta de Pedro Ferrándiz

El último caso, para vergüenza de los responsables, ha sido el de los «falsos paralímpicos», la selección española de baloncesto paralímpica que ganó el oro en los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000, donde 10 de los 12 integrantes no contaban con ningún certificado de discapacidad intelectual. Fue la denuncia de un periodista infiltrado en el equipo la que consiguió desvelar la trama en la que los jugadores, algunos ex baloncestistas de la liga EBA, colaboraron junto a médicos, psicólogos y técnicos bajo la supervisión del expresidente de la Federación española de deportes para discapacitados intelectuales, Fernando Martín Vicente. Finalmente, y tras llegara un acuerdo las partes, tan sólo este ha sido condenado por un delito de falsedad y estafa mientras el resto de miembros de la trama han eludido cualquier pena. La sentencia, 13 años después de la trampa, ha sido totalmente decepcionante y supone una mancha en el deporte español. Una historia que podría fácilmente convertirse en una comedia ya que los propios jugadores llegaron de aquellos JJOO parapetados tras barbas y gafas de sol para no ser reconocidos y que se descubriera el pastel. Pero esta estafa no es la más ingeniosa que se ha producido en el deporte, ya que prácticamente desde que existe lo han hecho también los tramposos, algunos verdaderamente imaginativos para conseguir sus objetivos.

La selección española de baloncesto paralímpica campeona en Sidney 2000, una estafa vergonzante.
La selección española de baloncesto paralímpica campeona en Sidney 2000, una estafa vergonzante.

No una estafa, pero sí una ingeniosa picaresca es la que también en el baloncesto utilizó el mítico entrenador del Real Madrid Pedro Ferrándiz el 18 de enero de 1962 para ganar un partido: la autocanasta. Disputaban el partido de ida de octavos de final de la Copa de Europa ante el Varese y el partido se encontraba empatado a 80 puntos a dos segundos del final con un Madrid mermado por lesiones y eliminaciones por faltas personales. Así, tras un tiempo muerto Ferrándiz puso en pista a Lorenzo Alocén para que cumpliera a rajatabla su orden: recibir el balón tras el saque de fondo para anotar una autocanasta ante la perplejidad de la afición visitante y mientras sus compañeros fingían indignación para que los árbitros no pitaran técnica o anularan la canasta. A pesar de las reclamaciones de los jugadores locales y del lanzamiento de objetos desde la grada, los árbitros dieron el partido por concluido con victoria local por dos puntos. Ferrándiz evitaba así una más que previsible derrota abultada en la prórroga. La treta funcionó ya que en el partido de vuelta el Real Madrid venció por 18 puntos y alcanzó su primera final continental en la que perdió ante el entonces soviético Dinamo de Tiblisi. Poco después la FIBA la prohibió bajo multa de 1.000 dólares y expulsión de dos años.

Las trampas en los primeros maratones olímpicos

Los primeros Juegos Olímpicos de la edad moderna descubrieron al primer gran tramposo del atletismo. En la legendaria prueba disputada en Atenas en 1896, el griego Spiridon Louis se convirtió en el primer vencedor de la mítica prueba que homenajea a la hazaña del soldado Filípides. Otro griego, Charilaos Vasilakpos fue plata aunque con bastante más esfuerzo que su compatriota Spiridon Belokas, sorprendente bronce hasta que otro atleta en carrera, el húngaro Gyulia Kellner lo denunció al haber visto como le adelantaba portado por un carruaje. Su denuncia fue aceptada y premiada con un reloj de oro mientras sustituía en el podio a un Belokas avergonzado y deshonrado para siempre. Un caso similar ocurrió ocho años después en el maratón de los JJOO de San Luis donde el vencedor de la prueba, el estadounidense Fred Lorz, fue descalificado al descubrirse que había recorrido 15 kilómetros en coche. Su excusa, que se había retirado y que le dejaron a diez kilómetros de la meta y decidió volver a correr. La picaresca y la excusa no le funcionaron.

El primer maratón consagró a Spiridon Louis pero también condenó al primer tramposo del deporte moderno.
El primer maratón consagró a Spiridon Louis pero también condenó al primer tramposo del deporte moderno.

Las formas más ingeniosas de sortear un control antidopaje

El último fraude del deporte nos sorprendió hace unos días desde Italia. El corredor de tres mil metros Devis Licciardi fue sorprendido con un pene de plástico dentro de sus calzoncillos con el que pretendía simular que orinaba en el control antidoping. La prótesis estaba rellena con orina limpia de dopaje que pretendía introducir en el botecito correspondiente accionando un botón. Licciardi fue descubierto y ahora espera su sanción, aunque métodos parecidos han sido utilizados en numerosas ocasiones. Uno de los más célebres, el de la atleta alemana, Katrin Krabbe. Tras ser doble campeona del mundo en 1991, fue descubierta un año después en un control de orina cuando intentaba cambiar su muestra por otra que llevaba escondida en sus partes íntimas.

Otro tramposo similar, en este caso en el ciclismo, fue el corredor belga Michel Pollentier. Tras vencer en Alpe D´Huez y ya como virtual ganador del Tour en la edición de 1978, fue descubierto al presentarse a un control médico con una pera con orina limpia alojada en su axila y que conectaba con sus partes mediante un tubito. Pese a que entonces no se debía orinar frente al inspector del control antidopaje algo debió fallar y Pollentier fue descalificado. Estos «cambiazos» han sido habituales en el deporte y posteriormente mejorados mediante sofisticados métodos para sortear los controles de antidopaje, como se ha podido comprobar con el caso de Lance Armstrong.

Katrin Krabbe fue descubierta "in fraganti" haciendo trampas (Viñeta: Miguel Salazar).
Katrin Krabbe fue descubierta «in fraganti» haciendo trampas (Viñeta: Miguel Salazar).

La saltadora que resultó ser un hombre

Tootsie es una comedia de Sidney Pollack en la que Dustin Hoffman se hace pasar por una mujer para conseguir un papel en una serie de televisión y al final es descubierto. Algo parecido ha ocurrido en el deporte en varias ocasiones. Entre las más destacadas, la de la alemana Dora Ratjen que en los JJOO de 1936 tuvo la oportunidad de participar en la prueba de salto de altura femenino aunque no consiguió subir al podio mientras sus rasgos masculinos suscitaban sospechas y protestas de atletas rivales y ella se justificaba recurriendo al hermafroditismo. Dos años después superó el récord del mundo de salto de altura al proclamarse campeona de Europa de Viena. Ya retirada, en los años 50 dos admiradores descubrieron que llevaba peluca y, tras ser sometida a exámenes médicos, se probó que tenía genitales masculinos. Realmente Dora era Hermann Ratjen por lo que perdió todos sus títulos y récords. Años después reconoció que era un hombre y que fue obligado a recurrir a este engaño por el régimen nazi obsesionado por lograr medallas para proyectar su imagen al mundo.

Hermann Ratjen se hizo pasar por mujer para conseguir medallas y finalmente fue descubierto.
Hermann Ratjen se hizo pasar por mujer para conseguir medallas y finalmente fue descubierto.

La mano de Dios y otros engaños en el fútbol

El deporte rey tampoco ha sido ajeno a los engaños, de hecho hay tantos que es preciso escoger. Si hay una treta mítica en el fútbol es la de Diego Armando Maradona al marcar con la mano frente a Inglaterra en las semifinales del mundial de fútbol de México 86. Eu un partido histórico «El Pelusa» fue capaz de desmontar a Inglaterra y recuperar el orgullo argentino tras la guerra de Las Malvinas con una pillería que dejó atónito a Peter Shilton y puso la final en camino para rematar su obra con uno de los mejores goles de todos los tiempos.

Cuatro años después de la célebre «mano de dios», su seleccionador Carlos Bilardo utilizó una trampa en el siguiente mundial de Italia 90 para noquear a Brasil en octavos de final. Para un entrenador que consideraba que todo sirve para ganar no supuso mayor problema ordenar que se vaciasen somníferos en algunas botellas de agua que los masajistas de la selección albiceleste le ofrecieron a Branco, uno de los mejores jugadores de aquella Canarinha. Anulado Branco, Argentina logró eliminar a Brasil para terminar perdiendo la final del mundial con Alemania. El hecho fue reconocido años después por varios jugadores argentinos, como el propio Maradona.

Otro engaño aún más grave fue el del portero chileno Roberto «Cóndor» Rojas durante un partido de clasificación para ese mismo mundial entre Brasil y Chile disputado en Maracaná. Rojas aprovechó el lanzamiento de objetos del público para simular que había sido golpeado en la cara y, al sangrar abundantemente, el árbitro suspendió el partido. Poco después se descubrió que todo había sido una trampa preparada de antemano para la que Rojas llevaba una pequeña cuchilla en los guantes y con la que esperaban que Brasil fuera sancionado. Rojas y Chile pagaron cara su falta de deportividad y el portero fue suspendido de por vida por la FIFA mientras la selección chileana no jugó aquel mundial y fue sancionada sin poder optar a jugar el siguiente. Y es que, aunque no siempre son descubiertos, los engaños corren el riesgo de condenar al tramposo y en el deporte, a menudo, quien la hace la paga.

– El amaño de partidos en el fútbol

-La banda sonora de Maradona

– Lance Armstrong, el Vito Corleone del ciclismo

– 15 años conviviendo con los escándalos de dopaje

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