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Por Daniel Riobóo Buezo

En el ciclismo hay dos corrientes de aficionados y dos tipos de ciclistas. La primera ama las grandes vueltas y a los escaladores, la segunda disfruta de las Clásicas y las vueltas cortas y los clasicómanos son sus ciclistas preferidos. En España la afición sigue mayoritariamente las grandes vueltas. No así en Bélgica, Holanda o Italia donde las grandes Clásicas son casi un acontecimiento nacional. Óscar Freire es español pero su especialidad siempre han sido las carreras de un día y los sprints. Por eso ha sido más valorado fuera que dentro de España y, salvo al inicio de su carrera, siempre ha corrido para equipos extranjeros. 

«Si no gano el mundial, me retiro», dijo Freire. Y no lo ganó. El cántabro (Torrelavega, 1976) se despedía de su carrera profesional el domingo 23 de septiembre con un décimo puesto en la competición que le ha convertido en una leyenda del ciclismo. De Valkenburg 1998 a Valkenburg 2012, se cerraba el círculo mundialista. No pudo entrar en la historia como el primer ciclista en conseguir cuatro maillots arco iris pero si lo hizo al igualar el récord histórico que compartían Merckx y Zoetemelk con ocho presencias entre los diez primeros en los mundiales en ruta. Pero vayamos por partes.

Freire imponiéndose en un ajustado sprint durante el Tour 2006.

Del anonimato a la gloria

En 1999, Óscar Freire era un prometedor esprínter de veintitrés añitos que terminaba su segunda temporada como profesional. Había pasado casi un año en blanco por una lesión pero fue de nuevo convocado por el seleccionador Francisco Antequera para ir a su segundo mundial. Una decisión controvertida y criticada por la prensa pero que luego se demostró de una gran intuición, quizá por ello Antequera es el mejor seleccionador que ha tenido España en los mundiales (cuatro oros, tres platas y dos bronces durante su etapa).

En el mundial de Verona prácticamente nadie contaba con él hasta que sorprendió a todos. Un ataque seco, imparable, a 600 metros, dejó sin respuesta a sus diez acompañantes de escapada para darle su primer título. Dos años después, en Lisboa 2001, se jugó el tipo pegado a las vallas para vencer en un sprint numeroso y conseguir su segundo maillot arco iris. 

Su tercera victoria en seis años y su ascenso al Olimpo de los tricampeones mundiales se produjo de nuevo en Verona, en 2004. España controló toda la carrera y Valverde, sí Valverde, el mismo con el que no se puso de acuerdo en el último mundial ejerció de sacrificado lanzador para que la punta de velocidad del cántabro se impusiera en el grupo de los elegidos. Freire se unía así al tridente de los tricampeones del mundo: Alfredo Binda (1927, 30 y 32), Rik Van Steenbergen (1949, 56 y 57) y «El caníbal» Eddy Merckx (1967, 71 y 74). Había nacido un mito. 

La mala fortuna del tricampeón del mundo

Óscar Freire ha tenido el cuarto mundial a tiro varias veces en sus piernas. Al tercer puesto del año 2000 en Plouay se sumó lo sucedido en el de Zolder en 2002. En un circuito a la medida de Mario Cipollini, el esprínter dominador de la época, Freire se encontraba en el grupo de favoritos cuando, a dos kilómetos de meta, un choque “fortuito” con un ciclista italiano le dejaba fuera de carrera. El enemigo número uno de Cipollini había quedado KO, vía libre para el único título del “Rey León”. Tampoco hay que olvidar el mundial de Varese 2008 donde no se entendió con Alejandro Valverde y se obsesionaron en vigilar al favorito Paolo Bettini. La picaresca del italiano, que amagó pero nunca atacó, dejó sin vigilancia a Alessandro Ballan y al cántabro sin posibilidades de un cuarto entorchado en un circuito propicio.

Freire ha estado a punto de conseguir su cuarto mundial varias veces.

Pero no solo de mundiales ha vivido Freire. Tres clásicas Milán-San Remo, cuatro etapas más el maillot por puntos del Tour, siete etapas de la vuelta a España, así hasta sumar más de setenta victorias como profesional. Su palmarés hubiera podido ser aún mayor pero el cántabro ha sido un ciclista especialmente torturado por lesiones y caídas, la última, la que le privó de otro de sus sueños deportivos, ser campeón olímpico. En la sexta etapa del último Tour se fue al suelo con una dolorosa factura: tres costillas rotas, un pulmón perforado y una gran ocasión perdida en los que hubieran sido sus cuartos Juegos. El recorrido del circuito de Londres era muy apropiado a sus características y en la selección española se notó la falta de un líder.

Nueva vida tras la retirada

Freire se va sin hacer ruido, sin grandes homenajes ni titulares de prensa. Discreto, con clase, como siempre ha sido, en la bici y fuera de ella. «Si hubiera sido belga sería un ídolo» ha declarado el cántabro. Y razón no le falta. Como tantos españoles tuvo que buscar su futuro en el extranjero y por eso ha sido siempre más reconocido fuera que en su propio país.

¿El futuro? Óscar asegura que quiere descansar y dedicarse a su familia, llevar una vida normal tras tantos años en la alta competición. Pero estamos seguros de que pronto decidirá seguir ligado al ciclismo de una forma u otra. De verbo fácil y hablar pausado, no le faltarán ofertas para ser comentarista de televisión o radio. Pero visto que en los últimos mundiales los resultados de la selección de José Luis de Santos no han sido los esperados, tampoco habría que descartar verle como seleccionador y las próximas elecciones en la Federación de ciclismo podrían propiciarlo. Creemos que sería una decisión muy acertada y, por fin, podría ser profeta en su tierra. 

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