Iker Casillas y Xavi Hernández y la «justicia» de los premios Príncipe
Por Daniel Riobóo Buezo Seguir a @danirioboo
Billy Wilder decía que «los premios son como las hemorroides, antes o después le llegan a todo el mundo«. La afirmación del genial director austríaco es una exageración aunque bien sabía de lo que hablaba ya que, entre otros galardones, recogió hasta cinco Oscar a lo largo de su carrera.
En lo que no le falta razón al gran Wilder es en lo controvertidos que los premios pueden llegar a ser. Dejando a un lado al oscuro Henry Kissinger y su incomprensible Nobel de la Paz, vamos a centrarnos en temas más amables, más concretamente en el Premio Príncipe de Asturias de los deportes. Este año los galardonados han sido Iker Casillas y Xavi Hernández. Las razones del jurado, entre otras, que ambos «simbolizan los valores de amistad y el compañerismo más allá de la máxima rivalidad de sus respectivos equipos» y porque «han mostrado una actitud conciliadora que ha limado las tradicionales diferencias entre jugadores y aficiones». Es decir, por haber enterrado el hacha de guerra tras la escalada bélica en los Clásicos.
Dos premios Príncipe en tres años
Teniendo esto en cuenta, el jurado bien podría haberles otorgado el premio de la Concordia porque el de los deportes ya se lo dieron en 2010 cuando la selección española de fútbol fue justamente reconocida por sus éxitos deportivos y sus valores. Nadie duda de la exitosa y ejemplar trayectoria de Iker y Xavi pero, ¿no es precipitado premiarles de nuevo solo dos años después? ¿No podrían haber esperado a su retirada para reconocer sus trayectorias? En este año olímpico había grandes candidatos entre los finalistas. Entre ellos el Comité Paralímpico Internacional, el triatleta Javier Gómez Noya, la esquiadora Anja Paerson o el alpinista Reinhold Messner.
Aún así, no es el primer Príncipe de Asturias de los deportes polémico. Lo es especialmente el de 2005. Fernando Alonso fue galardonado antes incluso de ser campeón del mundo por primera vez. Además, tras lo ocurrido esta semana, ya se escuchan numerosas voces que piden retirárselo a Lance Armstrong, premiado en el año 2000 tras su segundo Tour, de nuevo de forma precipitada.
De Iker y Xavi a Iker y Xabi
Pero entre los candidatos de este año no estaban Iker y Xabi. No, no es una errata, estamos hablando de Iker Martínez y Xabi Fernández, los regatistas de la clase 49er, campeones olímpicos en 2004, plata en Pekín 2008 y también campeones de Europa y del mundo, aunque en Londres 2012 no tuvieron suerte. Primero el COE les ofreció ser abanderados del equipo español pero finalmente declinaron la invitación al estar entrenando lejos de la capital británica. Así, fueron sustituídos como estandartes por Pau Gasol y finalmente tampoco pudieron llevarse el gato al agua con una nueva medalla olímpica.
Entre las dos parejas, la futbolística y la regatista, existen varias coincidencias curiosas. Además de los nombres comunes y los títulos conseguidos, los campeones de vela navegan juntos desde 1999. Ese mismo año Iker y Xavi comenzaron su «estrecha amistad desde que ganaron con la selección el mundial sub 20 de Nigeria en 1999» según reza otra de las razones de concesión del Príncipe de Asturias.
Vidas paralelas, reconocimiento dispar
Pero aquí terminan las coincidencias, desafortunadamente para los regatistas. Recientemente anunciaban su separación mientras la amistad de los dos futbolistas sigue viento en popa a toda vela. De nuevo, el jurado del premio Príncipe: «el paso del tiempo ha fortalecido esa relación por encima de los enfrentamientos y pasiones». Vidas paralelas para lo bueno, no tanto para lo malo, aunque los campeones olímpicos siempre pueden reconciliarse y volver a lo más alto.
Como conclusión solo podemos decir que los regatistas también merecen ser reconocidos, como tantos otros deportistas de disciplinas minoritarias. No son tan populares como «El Santo» y «Pelopo» y quizá por eso lo necesitan más. Y, sobre todo, no debemos olvidar que el mejor premio en el deporte es vencer en los campeonatos y, si es con honestidad, sin atajos y de forma ejemplar, mejor que mejor. Y, a ser posible, sin hemorroides.
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