La Supercopa de Arabia y la diplomacia deportiva
Por Daniel Riobóo Buezo Seguir a @danirioboo
La nueva Supercopa de España creada hace dos temporadas genera opiniones encontradas entre prensa, aficionados y hasta jugadores, como las criticas expresadas por el jugador del Athletic Raúl García. Hay quien cree que las nuevas fechas y el formato la dotan de mayor competitividad y atractivo. También quien considera una afrenta el cambio de dos a cuatro equipos si bien el aspecto más controvertido ha sido la sede elegida.
En lugar de celebrarla en España, la Federación Española de fútbol decidió firmar un jugoso contrato con el gobierno de Arabia Saudí. La cifra, 120 millones por tres años a repartir entre el organismo rector del fútbol español y los clubes participantes en cada edición. Para justificar la decisión, el presidente de la RFEF, Luis Rubiales afirmó que la competición ha contribuido al acercamiento de la mujer a los estadios y que permite a la Federación conseguir unos ingresos que necesita y que en parte irán destinados al fútbol base.
La nueva apuesta por el deporte de Arabia Saudí
La competición tuvo lugar en 2020 en Yeda mientras en 2021 tuvo que celebrarse en Andalucía por la s restricciones ocasionadas por la pandemia. Este año su sede será la capital, Riad, coincidiendo en el tiempo con la celebración de la presente edición del rally Dakar. Los dos eventos son la punta de lanza de la apuesta de Arabia Saudí por mejorar su imagen exterior a través del deporte y que también ha incluido otras competiciones como la Supercopa de Italia, combates de boxeo, torneos de golf o partidos de tenis de exhibición.
«Acoger eventos de impacto global forma parte de nuestro plan para convertirnos en un actor importante en la escena internacional deportiva», afirmaba antes de la edición de 2020 el príncipe Abdul Aziz bin Turki Al-Faisal, la máxima autoridad deportiva del reino saudí. Esta estrategia en materia deportiva se incluye dentro de un programa mucho más ambicioso denominado Vision 2030 y que pretende reducir la dependencia de la monarquía saudí del siempre cambiante precio del petróleo desarrollando servicios públicos como la salud, la educación o las infraestructuras y diversificando su economía con la idea de atraer más turismo.
La diplomacia deportiva de los países del Golfo Pérsico
Pero la estrategia saudí no es nueva. Antes de ellos, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Bárein apostaron por la diplomacia del deporte como medio para mejorar su imagen internacional y promocionar su marca país apostando por una diversificación de su economía hacia las finanzas, el comercio internacional y el turismo. Así, a golpe de talonario han conseguido organizar grandes eventos deportivos, atraer a deportistas de élite para reforzar sus clubes, nacionalizar a otros para mejorar sus selecciones nacionales o incluso patrocinar o directamente comprar prestigiosos equipos como el Paris Saint-Germain.
Así, en el imaginario colectivo, estos países cada vez son más asociados al deporte además de al desierto, los rascacielos, las refinerías y los jeques con túnica. Es una estrategia de largo recorrido de unos países escasos en territorio, ejército y en repercusión política internacional pero inmensamente ricos (Catar es el país con mayor renta per cápita del mundo, EAU el octavo y Bárein el decimoquinto) y que, gracias al deporte, consiguen incrementar su prestigio e influencia en la comunidad internacional. Es lo que en las relaciones internacionales se denomina poder blando, la persuasión sin el recurso a la fuerza, lo contrario a lo que pueden hacer países como Estados Unidos, Irán, Turquía o la propia Arabia Saudí.
Catar, el precursor en la organización de eventos deportivos
Si hay un precursor en la diplomacia deportiva, ese es Catar. Un minúsculo país del golfo pérsico, con una superficie total de sólo 11.000 kilómetros cuadrados (similar al tamaño de Asturias, Murcia o Navarra) y poco más de millón y medio de habitantes que, en los últimos años ha organizado grandes competiciones internacionales acaparando cada vez más los focos del deporte mundial. Primero fue mediante la organización de pruebas anuales de algunos grandes deportes, después como retiro dorado de futbolistas y entrenadores y mediante el patrocinio y compra de grandes clubes y después llegó el gran órdago, la organización de grandes eventos deportivos a nivel mundial. Entre los más destacados en los últimos años, el mundial de atletismo 2019, el mundial de balonmano 2015 o el de ciclismo en 2016.
Y el plato fuerte aún está por llegar. Será el mundial de fútbol 2022, tras una designación enormemente polémica debido a las acusaciones de compra de votos y por las fechas anómalas en las que se celebrará (meses de noviembre y diciembre) debido al excesivo calor de los veranos cataríes. Aún así Catar está construyendo los estadios más avanzados del mundo y no está regateando a la hora de invertir lo que sea necesario. Como ejemplo, construirán una ciudad nueva, Losail, con 200 mil habitantes y un estadio con capacidad para 86 mil espectadores donde se disputarán los partidos más importantes.
Las críticas de las organizaciones humanitarias
Pero no todo podían ser parabienes para Catar. A la vez que obtiene competiciones de prestigio y construye instalaciones para albergarlas, también han aumentado las críticas por parte de organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional o Human Rights que han denunciado que en el emirato árabe no se respetan los derechos humanos ni los de los trabajadores, en su práctica totalidad mano de obra extranjera. Solo en la construcción de los estadios del mundial 2022 han fallecido centenares de trabajadores ante las escasas condiciones de seguridad. Además, en numerosos eventos deportivos, a estos trabajadores, escasamente pagados, se les remunera con un extra para que ocupen las gradas fingiendo ser cataríes ante la falta de público local, algo que también hemos visto en la Supercopa de Arabia con la apertura de puertas del estadio una vez comenzados los partidos para dar mejor imagen.
Parece evidente que esta diplomacia deportiva tiene aún muchas carencias pero también que puede servir a la comunidad internacional para exigir a los países del Golfo Pérsico mejoras en materia de derechos y libertades, algo que poco a poco se va consiguiendo, como la reciente decisión de permitir a las mujeres asistir a partidos de fútbol en Arabia Saudí. De la progresiva apertura de la sociedad y del logro de mayores libertades para mujeres y trabajadores en estos países dependerá en gran medida que la diplomacia deportiva pueda continuar.
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