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Por Luis Murillo Arias 

Estamos en una temporada que termina en mundial de fútbol y eso repercute en todos los ámbitos. Hay futbolistas que, ante la necesidad de tener minutos como escaparate para que su seleccionador se fije en ellos, quieren cambiar de equipo en el mercado invernal. Puede ser el caso, por ejemplo, de Di María en el Real Madrid. Pero el hecho de que el colofón a la temporada 2013-2014 sea en Brasil, hace, por un lado, que los aficionados se relaman los dedos por lo exótico, atractivo y seductor del destino y, por otro, palidezcan ante las dudas sobre la seguridad en aquel país.

“Quien tiene un gran poder, tiene una gran responsabilidad”. Esta frase de Spiderman encaja muy bien con la responsabilidad y el poder que posee el país organizador de un Mundial, un evento, a priori, que traerá numerosos beneficios a la nación que lo organiza. Aunque esto no está del todo claro, a juzgar por las opiniones de muchos en el país brasileño. En cualquier caso, la responsabilidad no es sólo de quien organiza el evento, sino también de quien ha decidido que se celebre en un determinado país. Es decir, la FIFA y los representantes de las federaciones de los distintos países. Y en el caso de los tres Mundiales que tenemos por delante esas decisiones son, cuando menos, discutibles.

Brasil 2014, las dudas sobre la seguridad y la controversia social

Durante la celebración de la Copa Confederaciones del pasado verano, mientras los futbolistas de las diferentes selecciones jugaban los partidos dentro de los estadios, los alrededores de los mismos estaban atestados de gente que protestaba, no solo por la celebración de esa Copa Confederaciones, sino también por la de la Copa del Mundo del próximo mes de junio. Muchos ciudadanos no comprenden cómo el dinero destinado a la celebración de dicho evento no se utiliza para intentar reducir las desigualdades sociales, sobre todo en lo que se refiere a parcelas tan sensibles como la educación y la sanidad. Está claro que Brasil, pese al avance económico de la última década gracias a una burbuja que empieza a dar síntomas de pincharse, es uno de los países en los que las diferencias entre los más ricos y los más pobres son más patentes.

Por otro lado, aparte de la controversia social, existen dudas con respecto a la seguridad de los aficionados que acudan a la cita mundialista. Episodios como el del pasado fin de semana en el partido disputado entre el Atlético Paranense y el Vasco de Gama, en el que se produjo una batalla campal que no pudieron evitar los pocos miembros de la policía militar encargados de la seguridad, no ayudan a tranquilizar a la FIFA, a los organizadores del Mundial ni a los aficionados que quieren acudir al evento. Muchos espectadores resultaron heridos y las aficiones de ambos equipos se habían citado por Internet para pelearse. Es el último caso de los varios que nos llegan cada año de la violencia en los estadios brasileños, donde algunos miembros de la Torcida, en vez de animar se dedican a repartir mamporros.

Es evidente que la seguridad durante los partidos del Mundial se multiplicará de manera exponencial, pero no deja de ser preocupante, pese a que Luiz Felipe Scolari, el seleccionador brasileño, haya declarado que se trata de un hecho aislado.

Aunque en menor medida, otro de los aspectos que preocupan de la celebración del mundial en Brasil es la temperatura. Pese a ser invierno, en algunas ciudades del norte del país que son sedes del campeonatos, se pueden llegar a sufrir termómetros por encima de los 35 grados, unos niveles que, unidos a la humedad, pueden poner en peligro la integridad de los futbolistas. Algunos seleccionadores, como el de Italia, Prandelli, han solicitado a la FIFA que haya un tiempo muerto en cada uno de los periodos del partido. Por el momento, se ha aceptado que si el árbitro lo cree conveniente, puede detener el partido para que los jugadores descansen.

Todo ello sin contar con las dudas que hay de que la construcción de los estadios llegue a tiempo para el evento, sobre todo, después de que se cayera el techo en el que se iba disputar el partido inaugural, el Corinthians Arena, causando la muerte de dos trabajadores. Después se ha decidido que el encuentro en el que dé comienzo al Mundial se juegue en el Sao Paulo Arena el 12 de junio.

Rusia 2018, la libertad de prensa, el racismo y la homofobia

La designación de Rusia como país organizador del mundial de 2018 no estuvo exenta de polémica, lo mismo que ocurrió con la elección de Qatar para hacer lo mismo en 2022. Ha habido muchas teorías y rumores sobre compra de votos, devolución de favores y corrupción en esas designaciones. En el caso de Rusia, está en la picota por numerosas denuncias sobre el respeto a los derechos humanos en su país.

Por ejemplo, la prohibición de cualquier manifestación gay en público castigada con pena de cárcel, ha puesto en pie de guerra a numerosos deportistas. Un ejemplo fue la celebración de los pasados mundiales de Atletismo, en los que algunos atletas manifestaron en público estar en desacuerdo con dicha ley.

Dos atletas se besaron en señal de protesta por la ley antigay rusa.
Atletas protestando por la ley antigay rusa durante los pasados mundiales de atletismo.

Por otro lado, el fútbol africano planea hacer un boicot contra la celebración del Mundial de 2018 en Rusia debido a los numerosos casos de racismo a los que han sido sometidos los futbolistas negros en aquel país. El último ejemplo fue en el pasado mes de noviembre, cuando el Manchester City acudió a Moscú para disputar un partido de la Champions League. El marfileño Yayá Touré se pasó todo el partido sufriendo insultos racistas por parte de los aficionados rusos. El centrocapista citizen se quejó varias veces al ábitro por ello y la FIFA y la UEFA tomaron cartas en el asunto. Sin embargo, el club ruso manifestó que su afición no había hecho nada por lo que ser sancionada o criticada. No es un caso aislado, sino que desgraciadamente es bastante habitual en el país del frío.

Y como no hay dos sin tres, uno de los derechos más recortados en el país que preside Vladimir Putin es la libertad de prensa e información. Casi todos los medios de comunicación están controlados por el Estado y son sometidos a censura. Lo último que hemos sabido es que Putin ha cerrado la agencia de noticias estatal RIA Novosti para reemplazarla por una afín al Kremlin con el nombre de ‘Rusia Hoy’ y dirigida por Dimitry Kiselev, uno de los más ferviente defensores de las políticas del gobierno ruso.

Qatar 2022, el calor, los derechos de la mujer y la explotación de inmigrantes

Sin duda, la sede cuya elección fue más polémica fue Qatar, no solo por las acusaciones de corrupción por la compra de votos, sino también por las altas temperaturas que sufre el pequeño emirato del Golfo Pérsico, que superan los 45 grados centígrados en verano. Aunque los organizadores aseguran que habrá aire acondicionado en todos los estadios, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ya se ha planteado una medida sin precedentes: que el Mundial se dispute en enero o diciembre, cuando las máximas rondan los 25 grados.

Pero el calor no es el único aspecto polémico de este mundial. Recientemente se han publicado informaciones que ponían de manifiesto la explotación de trabajadores inmigrantes en las obras de los estadios. El 70% de los 1,8 millones de personas que habitan Qatar son extranjeros, normalmente procedentes del sudeste asiático, India, Irán, Jordania y Egipto. Y, pese a que este país tiene una renta per cápita de más de 100.000 dólares, la mayoría de ese dinero se concentra, claro está, en los autóctonos, y procede en gran parte de la comercialización del gas. Este punto lo tiene en común Qatar con Rusia, puesto que la mayoría del dinero que se invertirá en la organización del Mundial de Rusia también procede del gas, como os contamos cuando os hablamos de los magnates del fútbol.

En lo que se refiere al nivel de democracia del país, hay que constatar que el principal mandatario es el emir, un cargo que obviamente se hereda, y que éste es quien elige a dedo a los primeros ministros y los miembros del gobierno. Por otra parte, aunque existe libertad de prensa según las constitución de 2005, la mayoría de los periodistas reciben presiones políticas y económicas que les llevan directamente a la autocensura cuando no es censura. Además, aunque los siete diarios del país están en manos privadas, todos sus propietarios pertenecen a la familia real. Algo similar sucede con el canal de noticias Al Yazeera.

Y si no hay libertad de prensa, también podemos decir que los derechos de la mujer en Qatar tienen mucho que mejorar. La ley Sharia es la que rige muchos aspectos de la vida en este país en relación con lo familiar y lo personal. La poligamia está aceptada legalmente, aunque en los últimos tiempos está en retroceso. Un varón qatarí puede casarse con una mujer no musulmana, pero, por supuesto, una mujer catarí no puede contraer matrimonio con un hombre que no practique el Islam. Para casarse con un extranjero, tanto mujeres como hombres han de pedir permiso al gobierno. Los hijos de un qatarí con una extranjera reciben automáticamente la ciudadanía pero en el caso de una qatarí con un extranjero no es así. Ante un tribunal hace falta el testimonio de dos mujeres para igualar al de un hombre y en las herencias, los hijos varones reciben el doble que las hijas. Podríamos seguir, pero con estos detalles ya os hacéis una idea de la situación, pese a lo que diga algún directivo del Barcelona.

Y en cuanto a los derechos de los homosexuales, tratándose de un país árabe, no podía esperarse menos: la sodomía está castigada con la cárcel.

Como veis, no solo los países que organizan un mundial deben dar ejemplo en muchos aspectos por la responsabilidad que conlleva ya que es un evento que va a ser seguido en todo el planeta, sino también, aquellos que tienen que designar la sede, haya o no dinero mediante, tienen la responsabilidad social de realizar su voto siguiendo unos principios básicos de libertad, idoneidad, ejemplaridad y desarrollo económico.

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