La lucha contra el racismo en el deporte, los gestos que hicieron historia
Por Daniel Riobóo Buezo Seguir a @danirioboo
En la actualidad prácticamente ha desaparecido el rastro del racismo en el deporte aunque, esporádicamente, se producen episodios lamentables, especialmente por parte de aficionados radicales con mentalidad trasnochada, como los abucheos a Iñaki Williams en Cornellá o a Moussa Marega en la liga portuguesa y que motivaron que abandonara el campo. Pero hubo un tiempo en el que el racismo estaba muy presente en la sociedad y el deporte contribuyó a su manera a que terminara, primero permitiendo a los atletas negros competir en competiciones internacionales y posteriormente aprovechando su repercusión para terminar con la desigualdad.
Muhammad Alí y la medalla de oro arrojada al río
La mayor leyenda del boxeo mundial sufrió en sus propias carnes la hostilidad por el color de su piel. En los Juegos Olímpicos de Roma 1960, Cassius Clay ganó el oro en los pesos semipesados pero ni siquiera su condición de campeón olímpico evitó que sufriera discriminación por su raza. Siempre llevó el metal dorado consigo como un auténtico tesoro y con el orgullo de haberlo conseguido para su país. Hasta que un día quiso comer en un restaurante de Louisville, su ciudad natal en Kentucky, en un episodio que cuenta en su biografía ‘I Am The Greatest‘, junto a su amigo, Ronnie King, pararon en un restaurante sólo para blancos y pidieron dos hamburguesas pero la camarera se negó a servirles a pesar de que el deportista hizo saber quién era, algo que no modificó la decisión de los propietarios. Decepcionado, arrojó la medalla al río Ohio. Posteriormente, en 1964, considerando que su país le había dado la espalda, decidió convertirse al Islam y cambiar su nombre por el de Muhammad Alí con el que haría historia posteriormente en numerosos combates como campeón de los pesos pesados hasta llegar a ser considerado el mejor boxeador de la historia. Años después rechazaría incorporarse al ejército de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Ya enfermo de Parkinson, el Comité Olímpico Internacional quiso homenajearle en Los Juegos Olímpicos de 1996 siendo el encargado de encender el pebetero olímpico y se le entregó una réplica de la presea.
El ‘Black Power’ en México 1968
Los Juegos Olímpicos de México 68 fueron especialmente convulsos. Diez días antes de su inauguración se produjo la matanza de Tlatelolco por la que el gobierno y el ejército mexicanos reprimieron el movimiento estudiantil. Curiosamente, el presidente mexicano, Díaz Ordaz, los inauguró bajo el nombre de «La Olimpiada de la Paz» lo que provocó el repudio internacional. Pero no sería la única vez que las reivindicaciones sociales se mezclaron con el deporte. Mientras, el mundo asistió asombrada al increíble salto de 8,90 metros de Bob Beamon o a la creación del nuevo estilo en la altura por parte de Dick Fosbury. El atletismo aún iba a dar más que hablar para recoger los movimientos en favor del fin de la segregación racial que habían promovido Malcom X y Martin Luther King, quien también había sido asesinado, en su caso tan sólo unos meses antes. En plena efervescencia de la reivindicación de la igualdad racial, se había fundado el Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos y se decidió utilizar los JJOO para escenificar la protesta. Así, se portaron pegatinas y en la final de 100 metros ya hubo una tímida protesta al subir los atletas al podio descalzos y con calcetines negros. Pero fue en los 200 metros donde el deporte vivió uno de los momentos icónicos de su historia. Al subir al podio como primero y tercero, Tommie Smith y John Carlos unieron a lo anterior un gesto que pasaría a la posteridad. Ambos portaban un guante negro y al escuchar el himno de Estados Unidos bajaron la cabeza mientras levantaban el puño con el guante.
El saludo ‘Black Power’ sacudió al mundo a pesar de que Carlos había olvidado sus guantes y tuvieron que compartir los de Tommie Smith tras la sugerencia del atleta australiano Peter Norman que había conseguido la medalla de plata. Tras el revuelo ocasionado por su gesto, el COI decidió expulsarles de los Juegos por reivindicación política aunque la ola ya era imparable y el gesto fue repetido por los tres medallistas estadounidenses de los 400 metros. El gesto pasó factura a los dos atletas que sufrieron amenazas en su país. Smith abandonó el atletismo para pasarse al fútbol americano mientras que Carlos poco después siguió su camino y sufrió el suicidio de su mujer ante las presiones sufridas. Mientras, Norman, el atleta australiano, fue excluído de los siguientes Juegos pese a haberse clasificado y fue marginado hasta que cayó en el alcoholismo y cuando murió en 2006 Smith y Carlos portaron su féretro el día de su entierro. Pese a las represalias sufridas, aquel gesto en México contribuyó decisivamente a la igualdad entre blancos y negros en el deporte.
Arthur Ashe, un símbolo en el tenis
Arthur Ashe fue un destacado tenista afroamericano de los 60 y los 70. Pero sobre todo fue un símbolo de la lucha contra el racismo y un icono de la causa del sida. Ganador de tres títulos de Grand Slam y de otros treinta torneos del circuito, paralelamente luchó contra las políticas del apartheid en Sudáfrica antes de que dicha lucha se convirtiera prácticamente en una moda en los años 80. En 1985 Ashe fue detenido por sus protestas, algo que se volvió a producir en 1992, en este caso por protestar ante la discriminación del gobierno de Estados Unidos contra los inmigrantes haitianos. Poco después hizo público que estaba contagiado del virus del VIH y luchó por la causa del sida aunque afirmaba que sobrellevar el VIH palidecía ante el dolor que había causado crecer siendo negro en Norteamérica. Los últimos años de su vida los dedicó enteramente a luchar contra la enfermedad intentando concienciar a la población y al gobierno para que invirtiera en investigación, convirtiéndolo en el gran objetivo de su vida, muy por encima de sus éxitos tenísticos, tanto que a modo de epitafio manifestó «No quiero ser recordado por mis logros tenísticos, eso no es ninguna contribución para la sociedad. Eso fue puramente egoísta; eso fue para mí». Hoy en día es más recordado por su compromiso social que por sus logros con la raqueta.
La utilización del rugby por Nelson Mandela para terminar con el apartheid
Los políticos en ocasiones utilizan el deporte de forma interesada pero no para los fines correctos. En el caso de Nelson Mandela el rugby fue una herramienta decisiva para lograr la reconciliación nacional tras más de cuarenta años de segregación racial legal en Sudáfrica. El rugby siempre fue el deporte de los blancos (y de los ricos) mientras que el fútbol era el de los negros (y de los pobres), ambos símbolos de un país claramente dividido. El deporte del balón ovalado estaba tan ligado al apartheid que los “Springboks” habían estado sancionados sin poder participar en las dos primeras ediciones de la Copa del Mundo. Mandela tuvo entonces la visión de aprovechar este deporte primero para conseguir la simpatía de los afrikaners al pedir que terminara la sanción para competir internacionalmente y después, para utilizarlo con fines políticos. Así la primera participación y la organización del torneo por Sudáfrica en 1995 podría servir para fomentar el perdón y unir a todo un país bajo el lema de “un deporte, un país”.
Consecuentemente, a lo largo de sus cinco años de mandato (de 1994 a 1999) para Mandela la Copa del mundo de rugby de 1995 fue el principal imperativo estratégico ya que comprendió que podía usar el deporte para la construcción nacional y para promover las ideas que condujeran a la paz y la estabilidad. Pero no fue un cálculo puramente frío sino que tanto Mandela, en un primer momento, como la mayoría de la población negra se dejaron arrastrar por el fervor para convertirse en aficionados patriotas de un deporte que hasta poco antes tenía un significado claramente ligado al apartheid y la discriminación. Y para lograrlo, Mandela tuvo que ganar también muchas batallas internas ya que, si el apartheid tenía tres símbolos, estos eran la bandera, el himno y los Springboks. La bandera se cambió, se aceptaron dos himnos oficiales, pero los Springboks no conseguían atraer a una población negra que siempre ligó el equipo nacional de rugby a la dominación y la represión blanca. Mandela consiguió cambiar esa percepción y el día de la victoria en la final contra Nueva Zelanda, blancos y negros se unieron para apoyar conjuntamente a su equipo y lograr un gran avance en la igualdad racial.
Los últimos coletazos del racismo en el fútbol
El fútbol también ha vivido numerosos episodios racistas, algunos desgraciadamente cercanos. El más reciente, los insultos y abucheos al jugador franco-maliense del Oporto Moussa Marega por parte de aficionados del Vitoria de Guimaraes y que motivaron que abandonara el campo visiblemente enfadado pese a que sus compañeros trataron de impedírselo.
Episodios de este tipo se repiten cada cierto tiempo en los campos. Si hacemos memoria podemos recordar los insultos recibidos por Samuel Eto’o en La Romareda durante la disputa del Zaragoza-Barcelona en el año 2006. Eto’o hizo saber a su entrenador que no jugaría más pero tanto el árbitro como su entrenador le hicieron replantearse la decisión. Un hecho que se repitió con el jugador italiano de origen nigeriano Mario Balotelli que incluso llegó a amenazar con enfrentarse a los aficionados si recibía insultos en la Eurocopa de Polonia y Ucrania en 2012. Estos episodios se repiten cada cierto tiempo en la liga española con murmullos o insultos a jugadores de raza negra. El defensa del FC Barcelona Dani Alves también los sufrió en 2014 si bien salió airoso ridiculizando a quién le lanzó un plátano al campo. Otro caso reciente lo hemos vivido con los abucheos al jugador del Athletic Iñaki Williams en el estadio de Cornellá. Y es que, aunque el racismo y la xenofobia cada vez parecen más olvidados, cada cierto tiempo vuelven a aparecer en los titulares para hacernos recordar que el racismo en el deporte tampoco está totalmente superado.
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Recomiendo leer este libro sobre el tema del Black Power: http://www.ediambar.es/libros/El_Libro_de_los_Herederos/49.html