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Por Luis Murillo Arias 

El esperanto es una lengua creada por Lázaro Zamenhof que tenía como objetivo convertirse en el idioma hablado por todos los habitantes del mundo. No lo consiguió. En ese sentido, el inglés le tomó la delantera y hoy en día se ha convertido en la lengua oficial para todos los eventos internacionales. Incluido, claro está, el mundial de fútbol que se va a disputar en Brasil. Pero el idioma anglosajón no llega a todas las partes del mundo puesto que existe un gran sector de la población que no sabe hablar o escribir la lengua de Shakespeare.

Sin embargo, existe otro método de comunicación mucho más extendido que el inglés y que puede hacer que dos personas que aparentemente hablan dos idiomas distintos acierten a comprenderse. Y este lenguaje es el fútbol.

Algunas experiencias propias significativas

En un restaurante de Hanoi en Vietnam me atendió un camarero que apenas chapurreaba inglés. La manera de pedir los platos era señalando fotos o lo que estaban comiendo otras personas a nuestro alrededor. Fue difícil entenderse. Yo había aprendido cómo se decía España en vietnamita para solventar situaciones de este tipo: Tây Ban Nha. Cuando pronuncié estas palabras, el joven camarero inmediatamente me dijo: «¡¡¡¡Raúl González Blanco!!!». Increíblemente, era un fanático del ex delantero del Real Madrid, del Schalke 04 y de la selección española. Por aquel entonces, aunque España ya había ganado una Eurocopa, todavía no se había adjudicado el Mundial de Sudáfrica y el vietnamita era más forofo de Raúl que de los Xavi, Iniesta o Casillas. Después, no recuerdo si por gestos o de qué manera, también conversamos un poco sobre Denilson, el ex extremo brasileño del Real Betis que en aquella época jugaba en la liga vietnamita. Más o menos me vino decir que le gustaba demasiado la fiesta y el ‘drinking’. Nada que no supiéramos ya de su paso por la liga española.

En el mismo viaje, pero esta vez en Tailandia, en la ciudad de Chiang Mai, tuve conocimiento de que en un templo no muy lejano había unos monjes budistas a los que les gustaba practicar inglés con turistas una hora al día. Me pareció algo muy interesante y me dije: ¿por qué no? Me tocó un religioso muy calmado y con una voz pausada que apenas chapurreaba inglés. ¿Y de qué hablamos? Pues de Angelina Jolie y de fútbol. Su ídolo era Cristiano Ronaldo, el delantero portugués que acababa de fichar por el Real Madrid, y su equipo favorito era el Manchester United. Tenía sólo una hora al día para conectarse a Internet y la empleaba, sobre todo, en informarse sobre las noticias de las ligas europeas, especialmente de la Premier.

Maruf se pasa el día jugando al fútbol. (Foto: Luis Murillo Arias)
Maruf se pasa el día jugando al fútbol. (Foto: Luis Murillo Arias)

En los campamentos de refugiados del Sáhara conocí a Maruf, un chico de 15 años que, como todos los saharauis expulsados de su país, vivía en una haima y su familia apenas tenía para comer. Sus ingresos provenían fundamentalmente de la solidaridad de algunas familias españolas. De hecho, el chico hablaba algo de español porque había pasado algún verano de acogida en Extremadura. Sin embargo, y pese a la dificultad para tener acceso a la información, Maruf era una auténtica enciclopedia del fútbol. Si lo hubiera conocido Maldini, el periodista de Canal Plus, probablemente lo habría fichado como colaborador. Se reunía con algunos amigos para ver los partidos a través de Al Jazeera en la wilaya, un local en el que se centraba la vida de la comunidad. Y cada dos días tenía media hora para navegar por Internet a través de una conexión por la que más de uno tendríamos ganas de asesinar a la operadora de la compañía telefónica. Era más lenta que una tortuga perezosa. Maruf y yo hablamos de los fichajes del Real Madrid, su equipo del alma, de cómo debía intentar ganarle al Barcelona que, por aquel entonces, con Guardiola de entrenador, estaba superando todos los récords. Y el tiempo que no estaba hablando de jugadores o viendo partidos lo pasaba dándole patadas a un balón. El fútbol me permitió hacer un amigo.

Son sólo tres ejemplos de situaciones vividas en primera persona que muestran cómo hablando de fútbol se entiende la gente. Indudablemente podría haber puesto otros de países como Brasil, Argentina, Uruguay o Chile, pero allí, se sobreentiende, el fútbol ya es conocido como una religión más y no llama tanto la atención. Da igual que hablemos idiomas diferentes, que nuestros mundos sean totalmente opuestos, que nuestras experiencias vitales sean diametralmente distintas. Siempre nos quedará el fútbol.

Por eso uno de los acontecimientos más importantes del mundo y a los que más atención se les presta en todo el planeta, mucho más que a una cumbre del G-20, es el Mundial de Fútbol. Sobre todo si ese evento se celebra en Brasil, donde el fútbol es una verdadera obsesión. ¿Alguien tiene alguna duda de que habrá gente pendiente de él en el desierto del Gobi, en la sabana africana o en las comunidades samis de Laponia?

Películas que muestran la universalidad del fútbol

Las distribuidoras de películas buscan para su comercialización internacional películas que traten temas y conflictos universales, por lo que el fútbol debía formar parte de ese grupo por lo comentado anteriormente. Además, aparte de aquellas que tratan la ciencia ficción, se puede decir que el cine es el reflejo de la sociedad y, no podía ser de otra manera, también a través de la pantalla podemos encontrar el carácter universal de este deporte.

Por ejemplo, en la película ‘Las tortugas también vuelan’, del director kurdo Bahman Ghobadi. En un campo de refugiados del Kurdistán iraquí, en la frontera entre Irán y Turquía, los damnificados buscan desesperadamente el dinero necesario para poder adquirir una antena con la suficiente potencia como para poder enterarse de las noticias internacionales sobre la inminente guerra que se avecina en Irak. Pero algunos de ellos están más interesados en ver los partidos o saber qué ha pasado en el Mundial de Fútbol de 2002.

En 2006 Gerardo Olivares dirigió una película llamada ‘La gran final’, en la que se pueden ver las peripecias de unos personajes que tienen dos cosas en común: viven en las regiones más remotas de la Tierra y están empeñados todos ellos en ver la final de la Mundial de 2002 de Corea del Sur y en Japón. Aquel partido en el que Brasil se impuso a Alemania con dos goles de Ronaldo Nazario consiguiendo su quinto entorchado mundial.

En 1999 el colombiano Sergio Cabrera dirigió una película llamada ‘Golpe de estadio’. En plena guerra en Colombia, la guerrilla y el ejército pactan una tregua para poder ver un partido de la selección nacional, especialmente al haberse declarado una situación de emergencia porque una tormenta había hecho que se perdiera la cobertura televisiva. Y, lo mejor de todo, está basado en una historia real.

Un libro que muestra el carácter integrador del fútbol en los escenarios bélicos

Se trata de ‘El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol y guerra’. En él se hace un recorrido por los principales conflictos bélicos del siglos XX y XXI, desde Grozni a Sarajevo y desde Sierra Leona a Irak. Escrito en primera persona por el corresponsal de guerra Ramón Lobo, cuenta la importancia del fútbol en las personas que sufrían esos conflictos. Durante la guerra de Yugoslavia, por ejemplo, explica cómo el periodista sirvió de correo entre el futbolista Meho Kodro, que jugaba en la liga española, y su familia. A veces, el fútbol fue un mecanismo de integración para niños que tuvieron que rehacer su vida tras el conflicto. En otras ocasiones, el fútbol servía, ni más ni menos, para sobrellevar el absurdo de la guerra.

Sólo os hemos contado algunas muestras de por qué el fútbol es el lenguaje más universal que existe y, aunque sus detractores lo tachen de superficial, vano y frívolo, sólo tenéis que pararos a pensar lo que el fútbol ha traído a la humanidad en forma de pasión, felicidad, alivio o como mecanismo integrador, comunicativo o amistoso.

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