Johann ‘Rukeli’ Trollmann, el boxeador gitano que desafió al Tercer Reich
Por Javier Cancho Seguir a @J_Cancho
Lo que a continuación vamos a contar es un resumen de todo lo que hemos visto y leído sobre un hombre íntegro y valiente al que ahora empieza a prestársele algo de atención y a dársele reconocimiento en su país. Su nombre fue Johann Trollmann aunque todos le llamaban Rukeli. Se crió en la zona más mugrienta de la periferia de Hannover. Fue un boxeador fino y elegante, de movimientos sutiles y de golpes penetrantes. Esta es la historia de un boxeador gitano, con un entrenador judío, en la Alemania de los nazis. Esta es la hazaña enorme del zíngaro que se atrevió a desafiar al Tercer Reich.
El Völkischer Beobachter, el periódico oficial del partido nazi, cuando se refería al boxeador gitano, le llamaba «el afeminado». Pero resultó que el afeminado, con su endiablado baile de piernas aspiraba al título de campeón nacional de boxeo de Alemania. Iba a medirse al también alemán Adolf Witt, un representante bastante prototípico de la raza aria. Después de 6 asaltos, la victoria a los puntos era claramente para Rukeli. Había sido mejor, había peleado con más elegancia y con menos golpes bajos. Pero los jueces, a pesar de lo clamoroso que había sido el rumbo del combate, declararon tablas. En ese momento se armó una muy gorda, el público les abucheó, les presionó y presionó hasta que Rukeli fue designado campeón en una velada muy tensa. No era ario pero era un gran boxeador y los aficionados estaban de su parte. Johann había cumplido su sueño y el público alemán le había emocionado. Era el campeón de su país. Rompió a llorar en el ring. Sin embargo, sólo seis días después, el título que había ganado en la lona, le fue arrebatado, le fue retirado en los despachos.
No soportaron que fuera gitano y que no fuera una masa informe de carne blanca. No llevaban nada bien que Rukeli no resultara ser un bulto sospechoso. Le acusaron de comportamiento indigno por haber llorado en el ring y le reprocharon su estilo, su forma de moverse alrededor de los adversarios. Era como un gato, de manera que los mostrencos arios no atinaban a atizarle. La cintura de la que Rukeli disponía, les descuajaba. Era muy bueno haciendo su oficio. Los nazis se percataron de que la popularidad del gitano se les estaba yendo de las manos.
Dos meses después organizaron otro combate. Era un combate amañado en el que había un ganador y un perdedor antes de comenzar. Los nazis prohibieron a Rukeli usar su baile de piernas. Le amenazaron con retirarle la licencia. Lo que hizo fue un alegato de dignidad, de coraje, de valentía. Tuvo muchísima entereza. Rukeli apareció en el ring con el pelo teñido de rubio y con todo su cuerpo cubierto de harina, camuflando su piel morena. Durante el combate no se movió del mismísimo centro del cuadrilátero. No hizo el mínimo ademán de esquivar un golpe, de defenderse. Fue encajando uno tras otro. Al principio su adversario no soltaba toda la intensidad de su brazo pero la cólera se fue apoderando del ignorado por Rukeli, de quien había sido elegido para ganar el combate en nombre de la raza aria. Rukeli resistió de pie cinco asaltos hasta que sucumbió yaciendo inconsciente, bañado en sangre. En sangre entremezclada con la harina de su coraza de dignidad.
Después de aquella pelea ya nunca volvió a ser el mismo. Su cuerpo quedó hecho pedazos. Años después los nazis fueron aumentando gradualmente el estado de la infamia. Miles de gitanos fueron esterilizados, Rukeli entre ellos. En el 39 fue reclutado por la Wehrmacht a la fuerza para mandarle directamente al frente, donde se va a matar y, sobre todo, a morir. En el 42, por el decreto de Auschwitz, los gitanos son equiparados a los judíos. Rukeli acaba en un campo de concentración. En esos lugares se celebraban combates organizados por la guardia para divertir a los soldados. En una de esas peleas Rukeli se enfrenta a uno de los presos protegidos por las SS. Johann ganó ese combate, ganó el último combate de su vida. Justo después fue asesinado. Murió con los guantes puestos.
La inspiración de esta historia real parte de la lectura del blog La Aldea irreductible que es donde tuvimos la primera referencia de quien ya es, para siempre, nuestro admirado Rukeli, un protagonista de carne y hueso con una historia de película.
*El relato radiofónico en la sección Punta Norte de Javier Cancho en el programa «La Brújula» de Onda Cero puede escucharse en el siguiente archivo de audio.
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