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Por Sergio Ariza Lázaro 

Sugar Ray Robinson vs. Jake LaMotta VI (14 de febrero de 1951)

Al contrario de lo que pasa con una película, cuando tras una pelea ves un VI sabes que se trata de algo muy especial. En este caso se trata del sexto, y último, enfrentamiento entre la leyenda de las leyendas, Sugar Ray Robinson, y el mismísimo Jake ‘Toro Salvaje’ LaMotta. El resultado, hasta ese momento, era de cuatro a uno para el hombre por el que se creó la mítica clasificación de mejores boxeadores libra por libra, pero, a favor del ‘Toro del Bronx’ estaba el hecho de que Sugar Ray nunca había llevado a la lona a LaMotta. Es más, en sus 95 peleas anteriores el ítaloamericano nunca había perdido por KO. El 14 de febrero de 1951 Sugar Ray salió concentrado para que eso cambiara. Era el día de San Valentín pero el amor no apareció por Chicago. No en vano esta pelea pasaría a la historia como ‘la masacre del Día de San Valentín’, un sangriento homenaje a la infame fecha en que Al Capone mandó asesinar a seis miembros de un clan rival, un 14 de febrero de 1929.

La última pelea entre Robinson y La Motta ha pasado por derecho propio a la historia del boxeo.
La última pelea entre Robinson y LaMotta pasó por derecho propio a la historia del boxeo.

Sugar Ray, campeón de los Welter, había subido de peso para enfrentarse a su archienemigo (el único que le había podido ganar en sus ¡123! combates anteriores) y quitarle la corona del peso medio. El hombre que dijo aquello de “nunca me gustó la violencia” llevaba días hablando de una noche de “absoluto dolor”, pero LaMotta no se achantaba, “le he vencido antes y esta noche terminaré con él”. No podía estar más equivocado.

Cuando sonó la campana, Sugar Ray comenzó a desplegar toda la clase que le convirtió en el boxeador más aclamado de todos los tiempos. Su velocidad no podía ser contrarrestada por LaMotta y para el séptimo asalto la cara de éste parecía una imagen barroca de Cristo en Semana Santa. Pero el verdadero calvario todavía no había llegado.

A partir del décimo asalto LaMotta pasó a ser un guiñapo en manos de Sugar Ray pero el ‘Toro del Bronx’ se negaba a doblar la rodilla, a pesar de estar recibiendo la paliza de su vida. Como dijo después el propio Sugar Ray: “cuánto más le golpeaba, más determinado parecía de seguir en pie”. El decimosegundo asalto fue una verdadera masacre, no existía ninguna explicación física para que LaMotta siguiese en pie, todo el mundo parecía bajo un extraño hechizo, el primero un árbitro que debía haber parado la pelea hace mucho tiempo. Jake parecía decidido a mantenerse de pie, aunque le costase la vida. A los dos minutos del decimotercer asalto ese parecía ser el único final posible, pero el árbitro decidió despertar, parar aquel sinsentido y dar por terminada la carnicería.

Sugar Ray apenas podía subir el brazo para celebrar su victoria, a Jake LaMotta le tuvieron encerrado en su vestuario durante hora y media, recibiendo oxígeno y sin permitir que nadie pudiera entrar. Su cara era un poema con versos firmados por el mejor boxeador de todos los tiempos y el suicida orgullo del propio LaMotta: «No me pudiste tirar Ray, nunca me tiraste».

Roberto Durán vs. Sugar Ray Leonard I (20 de junio de 1980) / Roberto Durán vs. Sugar Ray Leonard II (25 de noviembre de 1980)

Palabras mayores, la ‘riña de Montreal’ y la pelea del ‘No más’. En la historia del boxeo, solo la rivalidad entre Mohammed Ali y Joe Frazier se puede comparar a la que mantuvieron Roberto ‘Manos de Piedra’ Durán y Sugar Ray Leonard I. Para que se hagan una idea cuando la Biblia del boxeo, o lo que es lo mismo, la revista The Ring eligió a los 80 mejores boxeadores de los últimos 80 años, en 2002, Durán y Leonard estaban entre los diez primeros.

Su primera pelea fue un 20 de junio de 1980 y la expectación que la rodeó fue similar, si no mayor, que la del Mayweather-Pacquiao. No en vano Roberto ‘Manos de Piedra’ Durán había sido el campeón mundial del peso ligero desde 1972 hasta 1979, siendo considerado el mejor boxeador de la historia de la categoría, y tenía un récord de 71 victorias y una única derrota. Cansado de pasearse por esa categoría decidió subir de peso a welter y tras derrotar a los ex campeones de la categoría, Carlos Palomino y Zeferino González, desafiar a la nueva estrella del deporte, Sugar Ray Leonard I. El segundo Sugar Ray había ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 y tras pasar a profesionales se hizo con la corona mundial del peso welter tras derrotar, entre otros, a un tal Floyd Mayweather, padre del actual campeón del mundo. La cosa es que antes de su pelea con Durán, su récord marcaba un inmaculado 27-0.

El escenario elegido, el estadio Olímpico de Montreal, hacía ver que era Leonard el que marcaba el ritmo previo. No en vano por esa pelea, Sugar Ray recibió 9 millones de dólares mientras que ‘Manos de Piedra’ se tuvo que conformar con 1,5. El hombre al que todos consideraban el mejor boxeador libra por libra no iba a dejar pasar esa humillación. Y es que era mejor no jugar con un hombre del que Joe Frazier, uno de los más fieros boxeadores de todos los tiempos, había dicho, cuando lo compararon con él mismo, “más que a mí, me recuerda a Charles Manson”.

Roberto Durán y Sugar Ray Leonard I protagonizaron las veladas con más expectación en los años 80.
Roberto Durán y Sugar Ray Leonard I protagonizaron las veladas con más expectación en los años 80.

La pelea fue memorable pero se peleó al ritmo de Durán. El gran Angelo Dundee aconsejó a su pupilo Sugar Ray que se moviera para no quedar atrapado en las cuerdas a merced de los cañonazos de ‘Manos de Piedra’ pero el orgulloso campeón decidió luchar cara a cara con Durán. Craso error. El panameño ganó por decisión unánime de los jueces. Leonard se sinceró después del combate «Lo hice lo mejor que pude, peleé con el corazón”. Minutos después Durán dio su propia versión: “Sí que tiene corazón. Es la única razón por la que está vivo».

Pero este no fue el final de la historia. Apenas cinco meses después los dos volvían a verse las caras en Nueva Orleans y esta vez iba a tener un final bien diferente. Durán se había dado a la ‘buena vida’ tras su victoria y no estaba en buena forma… y Sugar Ray lo sabía. Esta vez no entró al trapo de Durán y comenzó a bailar y a picar como una abeja. Incluso se permitió lujos como el golpe que le dio en el séptimo asalto, como si estuviese jugando a los bolos. Uno después el panameño dejó a todos boquiabiertos cuando se arrimó a su esquina y se retiró con el infame: «No más». Roberto siempre negó haber dicho ésas palabras dando otra versión: «No quiero pelear con el payaso». Pero eso no le quita gloria a Sugar Ray Leonard que, a pesar de los increíbles logros de su carrera, siempre sabrá que su mejor momento llegó aquí. «Le hice abandonar. Hacer abandonar a un hombre como Roberto Durán es mucho mejor que noquearlo». Amén a eso.

Sugar Ray Leonard I vs. Thomas Hearns I, (16 de septiembre de 1981)

Claro que si la revancha contra Durán fue su mayor logro, no fue el último. Menos de un año después de aquel combate, Sugar Ray I se enfrentó a otro mito del boxeo, Thomas Hearns. Éste llegaba al combate con Leonard con un increíble récord de 32 victorias, 0 derrotas y ¡30 KO!. Algo que hizo que la bolsa que se repartieron los púgiles fuera también histórica. 11 millones para Sugar Ray y 8 para Hearns. Los asientos del Caesars Palace costaban entre 50 y 500 dólares, y las 23,618 se vendieron en pocos minutos. Tuvo una audiencia televisiva de 300 millones de personas y pasó a la historia cuando tras cuatro asaltos claros para Hearns, entre el 9 y el 12, el legendario entrenador de Leonard, Angelo Dundee, le gritó «la estás cagando, hijo. La estás cagando».

Sugar Ray, con una herida grave en su ojo izquierdo por culpa de un sparring, reaccionó a las palabras y pasó al ataque tirando dos veces a Hearns en el decimotercer asalto. Éste se levantó pero cuando en el siguiente recibió una poderosa combinación de golpes el árbitro decidió parar el combate… Hearns iba por delante en el marcador de todos los árbitros.

Julio Cesar Chávez vs. Meldrick Taylor I (17 de marzo de 1990)

Pero si tuviera que elegir una única pelea, sería esta. Mi afición por el boxeo se remonta a finales de los años 80. La primera pelea que recuerdo, Mike Tyson vs Larry Spinks, la que me convirtió en fanático, Julio Cesar Chávez vs. Meldrick Taylor. Este es el combate que parece sacado de una película, desde su título ‘El Trueno contra el Rayo’ hasta su increíble resolución. El ‘Trueno’ era el orgullo de México, el más importante boxeador que ha dado la tierra de Zapata y Pancho Villa, Julio César Chávez. Llegaba al combate con un récord de 69-0 y siendo campeón del peso welter ligero por la WBC.

Por su parte, el ‘Rayo’ era el norteamericano Meldrick Taylor, campeón olímpico y mundial del peso welter ligero por la IBF, también invicto, con un récord de 24 victorias y un empate. Era un combate para reunificar los títulos y los apostantes no se decidían por ninguno de los dos. Cuando comenzó el combate la velocidad de Taylor comenzó a dominar a la potencia de Chávez. El Rayo golpeaba con más frecuencia que el Trueno pero los golpes de éste se sentían más.

Chávez y Don King, dos leyendas del boxeo en una velada para la historia (Foto: jotdown.es).
Chávez y Don King, dos leyendas del boxeo en una velada para la historia (Foto: jotdown.es).

En el asalto número 10 todo el mundo era consciente de que las puntuaciones estaban del lado de Taylor, aunque los escasos golpes de Chávez también hacían efecto. Al final del 11 Taylor casi se equivoca de lado cuando suena la campana. Aun así en su esquina pecan de ingenuos, en vez de recomendarle que se mantenga alejado del mexicano y deje pasar los minutos, convencen a Taylor de que está por detrás en el marcador y tiene que salir a por todas. Cuando suena la campana del último asalto el inexperto rayo se lanza a la ofensiva y comete el error que Chávez llevaba pacientemente esperando. Desde su esquina también lo ven así y comienzan a encorajinarle: “hazlo por ti, por México, por tus hijos, ¡por tu madre Julio!”. A falta de 30 segundos las cornetas mariachis tocan a degüello, como en ‘Río Bravo’, y Julio lanza una imparable combinación de golpes que llevan a Taylor al suelo con solo 17 segundos por disputarse. Comienza la cuenta atrás, Taylor se levanta, el árbitro le pregunta si puede continuar. Taylor mira desconcertado a su esquina. Quedan cinco segundos de combate. El árbitro vuelve a mirar a Taylor, no hay respuesta. Con solo dos segundos para el final el árbitro para el combate y la polémica se abre paso. Muchos criticarán la decisión, sin darse cuenta del tremendo daño sufrido por Taylor que pasará esa noche en el hospital.

La leyenda de Chávez tiene muchos hitos, como cuando tras vencer a ‘Macho’ Camacho el presidente de México mandó el coche que utilizaban para el Papa para ir a recogerle al aeropuerto o como cuando reunió a 132.274 espectadores en el Estadio Azteca para lograr el récord absoluto de asistencia a un combate de boxeo, pero su mejor momento, el que le elevó a la gloria, fue este «por tu madre, Julio».

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