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Por Marta De La Fuente Villalaín 

Aunque pueda parecer un deporte de locos por el peligro que implica, el parapente se postula como una de las actividades deportivas de riesgo con más adeptos para los próximos años. Sentirse como un ave y surcar los cielos disfrutando de entornos únicos es parte de lo que nos puede ofrecer el vuelo en parapente. Planear, ascender en corrientes térmicas, conocer diferentes zonas geográficas desde el aire o adquirir nociones de meteorología son algunas de las experiencias que podemos encontrar practicando esta bonita y atractiva actividad.

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Volar en parapente es magnífico, algo espectacular. Te conecta con la naturaleza, pues es un vuelo lento, el vuelo de las aves. El aire se mueve, está vivo, por eso es como entrar en un río y seguir su oleaje. Además, el cambio de perspectiva sobre el paisaje nos invita a ver las cosas de otro modo, dándonos cuenta de que no somos el ombligo del mundo”, explica Cecilio Valenzuela, instructor y director de la escuela de parapente De nube a nube.

El parapente, un ‘objeto volador’ constituido por tela y cuerdas, permite realizar maniobras simulando el vuelo de las aves, alcanzando hasta los 50km/h y aprovechar las corrientes de aire caliente para coger altura o permanecer casi estático. Su práctica puede suponer una actividad de riesgo, aunque con las correspondientes medidas de seguridad y supervisión profesional, en caso necesario, el vuelo en parapente es un deporte de altura en el que la progresión puede ser muy satisfactoria así como una experiencia única.

Uno de los muchos puntos a favor de esta práctica es que cualquiera puede realizarlo, tal y cómo explica Valenzuela. “No hace falta una condición física excepcional, ni mucho menos. Mientras se pueda caminar y pegar una carrerita, es suficiente. He tenido alumnos de 70 años y han volado sin problema. Es una actividad muy abierta y accesible”, afirma.

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Del salto biplaza a la progresión en el aire

Cada vez es más común regalar un ‘pack de vuelo biplaza’, o realizarlo como algo ocasional por puro entretenimiento. Es un vuelo en el que el instructor lleva al cliente en un mismo parapente conduciéndole por alguna zona determinada. El interesado sólo tiene que dejarse llevar y dar esa ‘carrerita’ para facilitar el despegue, que se suele realizar en la cima de colinas o montes.

El siguiente paso en la progresión de este deporte sería realizar un curso de iniciación, en el que el futuro piloto aprendería la teoría necesaria para comenzar a manejar un parapente, además de la práctica de despegue y aterrizaje.

Hay que aprender para poder volar por uno mismo. Tiene que haber una instrucción para que piloto de parapente tenga un bagaje: conocimientos de viento, meteorología, aerodinámica y técnica de vuelo. Es algo que hay que practicar, como en la aviación. Es un aprendizaje un poco intensivo, que requiere tiempo y esfuerzo, pero que merece la pena”, afirma Valenzuela, quien añade que, “tras aprender a dirigirse y a posarse, se puede progresar cogiendo térmicas y subir 800 metros sin esfuerzo. Viajar de nube a nube requiere más tiempo. Año y medio o dos años con continuidad”.

De pichón a halcón peregrino

La evolución en el vuelo de parapente, no se mide en niveles 1, 2 ó 3, ni en cinturones, como en el Karate. En parapente, los alumnos adquieren los nombres de diferentes las diferentes etapas de crecimiento de las aves.

  • Pichón: tal y como hacen las crías de las grandes aves, los alumnos en este nivel se encuentran en el ‘nido’, dan saltos sacando las alas para ir practicando llegando hasta sencillos vuelos de planeo.

  • Halcón roquero: Como el ave joven que se queda en las rocas pasando de una a otra realizando vuelos cortos y locales con buena técnica de despegue y aterrizaje, bajo la supervisión de sus instructores, en el caso de los alumnos.

  • Halcón: Alumno que puede realizar vuelos largos locales por sí mismo

  • Halcón peregrino: Es el objetivo y el fin del crecimiento de los halcones y de los alumnos. Viajar por el mundo, subiendo y bajando de altura aprovechando las corrientes térmicas. Vuelan de un modo totalmente independiente.

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Un deporte que engancha

Generalmente, los alumnos que se interesan por el aprendizaje en parapente tras haber probado un vuelo biplaza, disfrutan de su progresión y adoptan este deporte como uno de sus hobbies, más fácil de practicar de lo que pueda parecer.

Desde el primer día en biplaza, sentí que el vuelo en parapente iba a gustarme. Probé por un amigo y me gustó mucho la sensación que obtuve. En seguida quise apuntarme a un curso y actualmente disfruto orgulloso de mi progresión como alumno de parapente. Lo mejor para mí es la sensación de control, de volar. Fijar un punto y saber que puedes aterrizar ahí, es increíble. Ya estoy pensando en apuntarme a un curso de incidencias en vuelo”, explica Javier F. Moyo, alumno de progresión de la escuela madrileña De nube a nube. “Eso sí, esa seguridad la tiene que dar una buena escuela, porque aunque puede resultar fácil, no hay que olvidar el riesgo que se asume”, añade.

De acuerdo con la opinión de este alumno, es importante saber elegir dónde y con quién se va a practicar esta actividad. Elegir una buena escuela no es una decisión de deba tomarse a la ligera, pues no hace falta reflexionar mucho sobre el peligro que puede suponer situarse a 500 metros del suelo.

Recomiendo en todo caso volar con escuelas con larga trayectoria y experiencia. Nunca con personas que saben o creen que pueden enseñar. Esto no se puede aprender con youtube, pues estamos hablando de volar y no de jugar al parchís. Es ponerte en una situación que es potencialmente peligrosa y tener un buen instructor es clave”, advierte Valenzuela.

Una vez recopilados los datos importantes para lanzarse al vuelo en parapente, también cabe recalcar que en España contamos con todo el Sistema Central, una de las mejores zonas del mundo para volar. “Vale la pena aprovecharlo. Os invito a volar. ¡!Nos vemos por el aire!!”, concluye animoso Cecilio Valenzuela.

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