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Por Luis Murillo Arias 

Los deporadictos tenemos la brújula descontrolada. Acabó la Liga BBVA y la Liga Endesa. La resolución de la Copa Confederaciones nos ha dejado apesadumbrados. Llegan los últimos coletazos de Wimbledon. Casi sólo nos queda el Tour. La gran carrera francesa no parece ser lo que era, así que nos aferramos a la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero el otro día, por casualidad, encontramos una solución a nuestro tedio.

Quedamos para tomar un tentempié en una reunión de ‘trabajo’ en un local llamado ‘La Bicicleta Café’ sito en el centro de la gran manzana de los modernos en Madrid, el ‘Tribecca’ de la capital de España, el barrio de Malasaña. Un lugar decorado con bicicletas de carreras en el techo, muebles recogidos de la basura o comprados por cuatro duros en el rastro, una colección de maillots de los 80 tendidos con pinzas de una cuerda, el del Zor de Chozas y Alberto Fernández, el Orbea de Peio Ruiz Cabestany, el PDM de Perico, el Café de Colombia de Lucho Herrera y así un largo etcétera.

Templo de los modernos para tomar café hoy por hoy en Malasaña
Templo de los modernos para tomar café hoy por hoy en Malasaña

En el local, unos cuantos urbanitas con sus Ipad y sus Notebooks aprovechando el wifi ‘gratis’ del local, previo pago de dos euros por un café normalito. Ninguno de los tipos con bigote y chicas con peinados ochenteros lee Plomo en los bolsillos’, de Ander Izagirrre, sobre la historia del Tour de Francia, algo que nosotros encontramos inapropiado en un lugar como ése. Es más, seguramente estén repasando el último libro de Haruki Murakami o actualizando su playlist para acudir a alguno de los festivales de música de moda de este verano. En una pantalla gigante con proyector, una de las etapas llanas más aburridas del Tour. Nadie presta atención. Lo que mola es ir al bar ‘La Bicicleta’, que en los últimos meses se ha convertido en la sensación del barrio, lo del ciclismo ya es cosa de otro cantar.

Lo hipster es decir que te gusta el ciclismo, no practicarlo y tragarse las carreras. Nosotros, sin embargo, lo encontramos apasionante. Nos ha salvado el tedioso verano. Un lugar con aire acondicionado donde ver las carreras, esperar que no se caigan los tuyos, y no, como antaño, despertarnos de la siesta en el sofá con la marca de la tapicería en la mejilla, justo cuando el difunto Pedro González levantaba la voz porque se acercaba el último kilómetro y el correspondiente sprint. O cuando atacaba Perico y nos levantábamos del sofá gritando ¡Vamos Pedro! y luego eran todo fuegos artificiales. O la cara de seta de Induráin, daba igual que subiera el Mortirolo o el Tourmalet o estuviera de paseo.

Quién le iba a decir a Perico Delgado que a estas alturas iba a ser un icono para los hipsters cuando contestaba a los canutazos de José Ramón de la Morena y apenas se sabía expresar. Ahora que habla bien y es uno de los mejores comentaristas deportivos de esta denostada (y con razón) profesión, imaginamos que dentro de veinte años los modernos se comprarán las camisetas con el logo de Carrefour de Perico en TVE como símbolo de los mejores tiempos del segoviano.

Lo de que el ciclismo de carretera sea ahora símbolo de los Hipsters es algo así como el recontragiro, y no precisamente el de Italia. La mayoría sólo montábamos en bici de carretera cuando íbamos al pueblo porque no había otra cosa que hacer. Y eso de no tener otra cosa que hacer es algo muy de pueblo. El deporte más rural del mundo, símbolo de la tribu más urbanita que te puedas encontrar. No imaginamos al malogrado Chava Jiménez, a Laudelino Cubino o a Carlos Sastre entrando en ‘La Bicicleta’. Serán más del mesón ‘Manolo’, el de la plaza, donde te ponen tinto y pincho por un euro.

Según la Wikipedia, la cultura hipster es una subcultura asociada con la música independiente, con una sensibilidad variada arraigada en una moda alejada de las corrientes culturales predominantes (mainstream), y cercana a estilos de vida alternativos. Nos podemos imaginar perfectamente a la última banda de moda en los festivales del verano llamada ‘Marino Lejarreta’. Es un nombre que perfectamente se podría asociar a un grupo independiente, como ‘Tachenko’ o ‘Chigrinsky’. No en vano, el fugaz central ucraniano que jugó en el Barcelona era habitual del Primavera Sound junto con su amigo y míster Pep Guardiola, quién, efectivamente, sí es un hipster.

Como veis, no bastaba con apropiarse de la bicicleta de ciudad, aquella que permite un medio de transporte barato, sano y ecológico en primavera y como fuente de malos olores en las reuniones con tu jefe a las nueve de la mañana en verano. Aunque, rebuscando en la red hemos econtrado este artículo de Traveler en el que vemos que ‘La Bicicleta’ no esta sola en este mundo, sino que son legión.

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Si tuviéramos que buscar unos hipsters de verdad en el actual Tour de Francia serían los miembros del equipo australiano ORICA-GreenEDGE, quiénes han sido protagonistas por tres motivos: por haber estrellado su autobús en la segunda etapa, por haber ganado contra todo pronóstico la contrarreloj por equipos colocando como líder al primer africano del Tour, Daryl Impey, y, sobre todo, por ser grandes aficionados al Youtube. Y esto es lo que los convierte en los más alternativos del pelotón. En la pasada vuelta a España fueron la sensación ya que grabaron un videoclip del tema ‘Call me maybe’ que tuvo casi 750.000 visionados. Vale, la canción no es que sea muy indie, pero lo verdaderamente hipster es la actitud.

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