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Por Aitor Alegría Alonso 

Muchos hemos querido ser deportistas desde pequeños e incluso ya con bastantes años más seguimos admirando la vida de los deportistas profesionales. Un trabajo que te gusta, muy bien pagado, con fama y reconocimiento e incluso, en algunos deportes como el fútbol, con mucho tiempo libre aparentemente. Todo esto es algo que nos llama poderosamente la atención. Pero aunque todo parezca del color de rosa, también tiene sus inconvenientes. Esfuerzo físico, riesgo de lesiones y dolor, una gran presión por obtener resultados y lo peor de todo: ese constante sometimiento al escrutinio público ya que aficionados y prensa suelen ser bastante veleidosos con los grandes ídolos del deporte y catapultan o dinamitan carreras de un plumazo.

Pero todo esto acaba cuando la superestrella se «jubila». Desaparecen el honor, los éxitos, los ingresos suelen mermar e incluso las bellas mujeres acuden con menos frecuencia a sus fiestas. Pero también se esfuma el esfuerzo, ya sea físico o mental, aumenta el tiempo libre exponencialmente, surgen ofertas de trabajos bien remunerados por tareas que al normal de los mortales nos parecen ridículas y, en fin, se abren un sinfín de oportunidades de vivir en una casi eterna holganza con el riñón bien cubierto. Que es en el fondo lo que muchos de nosotros deseamos, una eterna vida infantil. La primera opción, cuando todos piensen que ya somos ex deportistas, es estirar cual chicle nuestra carrera deportiva e irnos a jugar a exóticas ligas donde nos paguen buenos dineros y no nos exijan demasiado pero si solo queremos sudar en la sauna, tenemos más opciones.

Muy poco dotado ha de estar un ex futbolista para que al menos su antiguo club no se apiade de él tras la jubilación y le nombre delegado, director técnico, director deportivo, manager general, director de relaciones internacionales o cualquier otro título que en cualquier otra carrera laboral exigiría titulaciones universitarias, masters e idiomas. Aquí no, bastará solo con que se haya jugado unas cuantas temporadas en el club de sus amores y en cuanto la retirada venga a buscarte: voilà, una larga lista de súper empleos con pingües beneficios. O incluso podemos tomarnos una temporada sabática hasta que decidimos qué hacer y mientras tanto divertirnos haciendo anuncios que sigan engordando nuestra cuenta corriente.

Si no acabamos en buenas relaciones con nuestro antiguo club o creemos que dirigirlo durante unas pocas horas diarias es una actividad demasiado estresante, siempre podremos fichar por alguna radio, periódico o televisión para convertirnos en maestro de lo obvio y/o en tertuliano deportivo. Podremos gritar gol cada vez que tiran a puerta, comentar lo que todo el mundo está viendo, decir cosas como: “cualquier resultado es posible”, “el que marque gana” si van 0-0, “no ha sido gol porque se ha ido fuera”, “No sólo está jugando bien, sino que además está haciendo un gran partido.”, “Es mejor irse al descanso ganando que perdiendo”,“cómo se nota cuando un lateral entra por sorpresa, cómo sorprende…”. Y un largo etcétera de grandes genialidades. También podremos decir una cosa y desdecirnos semanas después sin sonrojo alguno. Y todo eso por unos buenos miles de euros por varias horitas a la semana, en el más duro de los casos.

Hermanos Salinas
Julio Salinas colabora en tertulias televisivas mientras su hermano Patxi participó en concursos y ahora entrena en Malta.

Parece un trabajo fácil, ¿Verdad? Pues puede serlo aún más. Podemos hablar en la radio sin ni siquiera dominar el idioma local, comentar las jugadas de nuestro equipo favorito (aunque seamos ex árbitros) o incluso escribir en importantes periódicos nacionales sin ser nosotros los redactores originales, siempre hay detrás un periodista «negro» que arregla nuestro texto para que parezca que escribimos con estilo. Ricemos aún más el rizo de la vida acomodaticia, y perdón por la aliteración (*), y busquemos empleos menos sacrificados. Si no tenemos vergüenza ni especial cariño por nuestra familia, podemos, incluso, actuar en anuncios en los que se parodie y vilipendie nuestra imagen, participar en bochornosos espectáculos televisivos, honrar al dios de la lluvia con nuestra aterciopelada voz o recurrir a cualquier otra circunstancia que haga uso de nuestro buen nombre e imagen para hacer caja.

Aunque puede que una mejor opción sea ser amigo de deportista y, a modo de séquito, como en la aclamada serie de televisión ‘Entourage’ (aunque en este caso el protagonista es un actor), seguir su carrera por todo el orbe viviendo a la sopa boba. Así, el deportista nunca se sentirá solo en sus viajes y acudirá siempre acompañado a los más diversos saraos mientras los amigotes le prestan «apoyo emocional» mientras ejercen de ex deportistas sin incluso haber llegado a serlo. Los séquitos de algunos jugadores son habituales en los casos de futbolistas, jugadores de la NBA o grandes estrellas del motor.

Por supuesto que también podemos ser entrenadores aunque quizá esto suponga demasiada preparación y responsabilidad. O incluso dedicarnos a un trabajo relacionado con nuestros estudios, en el caso de que los tengamos, pero nuestro objetivo es rentabilizar al máximo nuestra carrera deportiva y así tener una vida lo más parecida posible a la que según el ex jugador de baloncesto Charles Barkley declaraba tener desde su jubilación: “me levanto tarde, elijo en qué campo voy a jugar al golf ese día, bebo cervezas toda la tarde y una o dos veces por semana comento un partido de la NBA”.

La leyenda de la NBA Charles Barkley calienta antes de comenzar su entrenamiento diario de golf.
El legendario jugador de la NBA Charles Barkley calienta antes de comenzar su entrenamiento diario de golf.

(*) Si Vd. no entiende el significado de esta palabra, es un firme candidato a ocupar plaza de delegado de por vida en el club de sus amores.

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