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Por Luis Murillo Arias (@lmurilloarias)

Competimos en el festival Jameson Notodofilmfest con el microcorto ‘Deporadictos’ en la categoría de Triple Destilación. Es un trabajo escrito y dirigido por Daniel Riobóo y Luis Murillo Arias en el que han aportado su inestimable ayuda Daniel Ortiz, como intérprete, y Javier Colsa, como operador de cámara y montador. A Daniel Ortiz lo conoceréis por sus papeles en varias series de televisión como ‘El Barco’ o ‘Luna, el misterio de Calenda’, además de por numerosas obras de teatro, películas y anuncios publicitarios. Javier Colsa ha trabajado en los equipos de dirección de series como ‘La que se avecina’, ‘Buenagente’ o ‘Luna, el misterio de Calenda’. También queremos hacer un agradecimiento especial a la Unión Deportiva San Sebastián de los Reyes, que nos cedió las instalaciones del Estadio Municipal Nuevo Matapiñonera para el rodaje. Esperamos que os animéis a verlo y os guste. ¡Que son sólo 30 segundos!

Ahora, os dejamos con el relato, el cuento que inspiró este cortometraje: ‘El colmo de un deporadicto’.

El extraordinario testarazo de Puyol en la semifinal del Mundial de Sudáfrica 2010 contra Alemania le pilló a Daniel en el salón de su modesto piso de Valdemoro en Madrid. El fútbol era lo único que le brindaba alegrías en los últimos meses. Todo había sido una cadena de acontecimientos a cuál más negativo. Andrea, su mujer, le había dado un ultimátum. Tenía que elegir. O ella o el Marca TV. No es que Daniel no quisiera a su mujer, pero esas centésimas de segundo que dudó en contestar fueron fatales. Ya no valían explicaciones, ni losientos ni tequieros. Andrea cogió sus cosas y se llevó a casa de su madre a Danielín, de dos años y medio, y al perro.

Quinientos euros estimó el juez que tendría que pasarle de pensión a Andrea por la custodia de Danielín, más quinientos que le costaba el alquiler del piso en el que vivía, era más de lo que Daniel ganaba trabajando como reponedor en un supermercado. Tuvo que pedirle dinero a su madre para poder ir al bar a ver los partidos del plus y pagar las cañas. Lo que no se esperaba Daniel era lo del despido. Para recortar gastos, decía el dueño. ¿Pero es que la gente había dejado de comprar comida en los supermercados? Quizá lo que sucedía es que el propietario, simple y llanamente, quería gastar menos en reponedores o, más concretamente, en Daniel. Ocurrió el mismo día que empezó el Mundial de fútbol.

Y ése fue su refugio para no pensar, los partidos de las diferentes selecciones. Qué importaba el trabajo si, por primera vez en la historia, éramos favoritos para ganar el Mundial. Tras el susto de Suiza, España fue ganando partidos hasta plantarse en semifinales. Y ese golazo de Puyol daba el pase a la final. Daniel estaba exultante. Lo celebró con sus amigotes de bar en bar hasta altas horas de la noche con la paga que le había dado su madre. Al día siguiente, hubiera deseado que le martilleasen la cabeza antes que sufrir la resaca que tenía. Puso la radio y se le abrieron los ojos al escuchar lo siguiente: “¿Quieres ir a la final del Mundial? No te pierdas este acontecimiento histórico. Sólo necesitas 3000 euros para pagar viaje, entrada y alojamiento”. Se le humedecieron los ojos pensando en la remota posibilidad de plantarse en Johannesburgo a ver aquel histórico España-Holanda.

De repente, tuvo una idea. Había oído que algunas empresas te prestaban dinero sin avales ni preguntas. No se lo pensó dos veces y, en dos horas, se hizo con 3000 euros. Confiaba en volver a trabajar en julio en el lavacoches de su cuñado y así podría devolver el dinero.

Cuando aterrizó en el aeropuerto de Johannesburgo tenía el cuerpo cortado por las turbulencias que había sufrido durante el vuelo y el pánico que le daba montarse en un avión. Además, el aire acondicionado le había provocado una sequedad de boca que, unida a su estómago revuelto, le hacía sentirse un despojo humano. Necesitaba agua, mucho agua, para volver a sentirse con fuerzas de pensar en el partido. Inmediatamente, corrió al baño del aeropuerto y bebió del grifo. Se sintió más calmado y experimentó cómo poco a poco iba recuperando la respiración.

No tuvo apenas tiempo de descansar en el hotel porque el avión se había retrasado y quedaban menos de tres horas para el partido. Así que dejó las maletas y se fue directo al Soccer City. Se tomó un par de cervezas para entrar en ambiente y se sentó en su localidad. La atmósfera era espectacular, sobrecogedora, espeluznante. Se hizo varias fotos con su cámara digital para dejar constancia de su presencia allí para la posteridad. Había más holandeses que españoles, pero los nuestros eran sin duda los más animosos. A medida que transcurrió el partido, Daniel se fue poniendo más y más nervioso. No entraban las ocasiones de España y el árbitro no era capaz de parar el agresivo juego de los holandeses. Daniel focalizó toda la rabia de su situación personal contra aquel colegiado británico. Y llegó el final de los 90 minutos con empate a cero y Daniel ya sin uñas.

Al corazón sobrecogido por el nerviosismo se le unió un creciente dolor de tripa que Daniel intentaba contener al menos hasta el final del partido. España atacaba a tumba abierta y el marcador seguía reflejando el resultado inicial. Lo que no estaba como al principio era la barriga de Daniel, a punto de explotar. No pudo resistir más. Ya era cuestión de vida o muerte. O de la seguridad de sus compañeros de localidad. Daniel salió exhalado buscando un inodoro. Cuando por fin lo encontró, se sentó en la taza del váter sintiendo el mayor de los orgasmos que un hombre puede llegar a tener. Pero en ese momento oyó cómo el estadio gritaba gol y casi se venía abajo. Daniel no se lo podía creer. Después de todo lo que había tenido que arriesgar para llegar a Sudáfrica, se había perdido el gol. Cerró los ojos y pensó en su mujer, en su hijo, en su perro y en el agua del aeropuerto. Pero… ¿quién había marcado? Estaba desconcertado, aunque, dadas las circunstancias, no podía levantarse. Cuando empezó a oír en un nítido español el cántico “Somos campeones del mundo” se dio cuenta de la realidad: España era campeona del mundo. Se puso a cantar con ellos hasta que se le salieron las entrañas por la garganta. España era por fin la primera potencial mundial. ¡Qué importaba todo lo demás!

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