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Por Daniel Riobóo Buezo 

Desde hace unos años hay un estribillo que se ha extendido por los estadios y las canchas de todo el mundo. No estamos hablando del archiconocido «We are the champions» de Queen, que todavía sigue sonando tras cada victoria en la megafonía oficial pero que en la grada va perdiendo pujanza. Se trata de la adaptación del famoso riff de guitarra de Jack White en el tema «Seven Nation Army» de sus White Stripes. Ese pedacito de la canción del dúo de Detroit se ha convertido en un himno no oficial, en un primer momento del fútbol y, posteriormente, del deporte en general.

Pero, ¿conocemos su origen? Aunque creíamos que se extendió en el deporte a partir del mundial de fútbol de 2006, según la revista Líbero su popularización no viene de Italia. Tampoco de Inglaterra o de Argentina como suele ser habitual al menos en el fútbol. Empezó a ser cantado…en Brujas. Unos cuantos seguidores del club belga escucharon el tema en un bar de Milán en el año 2003 justo antes de un partido de su equipo en la Champions y, desde entonces, empezaron a tararearla en el estadio Jan Breydel extendiéndola poco a poco en el resto de estadios del país.

Fue de nuevo en Bélgica, tres años después, ya en 2006, cuando en un partido Brujas-Roma, los tiffosi romanistas se la «robaron» a los belgas para adoptarla como propia y poco después era coreada en el resto de los estadios del Calcio. Unos meses después, a partir del 9 de julio, el famoso «popopopopopopo» se cantó a lo largo y a lo ancho de Italia como «siamo campioni del mondo» tras el triunfo de la Azzurra sobre Francia en la final de Alemania 2006.

De ahí a alcanzar un impacto global no quedaba nada. La canción era ya casi un himno en la Eurocopa 2008 y tuvo una rápida aceptación por parte de la afición española. Del «lololololololo» pasó en la final de Viena al «somos campeones de Europa». Dos años más tarde, en Sudáfrica 2010, mudó a «somos campeones del mundo» tras el inolvidable gol de Iniesta que daba a España su primera copa Jules Rimet. Por último, en la final de la última Eurocopa en Kiev, sonó hasta cuatro veces desde la garganta de los diez mil españoles presentes tras cada gol ante Italia para terminar el partido cantando «somos campeones de todo».

Su extensión al resto de deportes de equipo ha sido coser y cantar y cada fin de semana se puede escuchar en cualquier recinto deportivo cuando los aficionados celebran cada victoria de su equipo o selección. Y es que es un riff contundente y pegadizo al que es difícil resistirse en los momentos de euforia. Porque, ¿hay algo más divertido que perder el miedo a desafinar, sumergirse en el grupo y cantar a voz en grito? Una entonada sesión de karaoke quizá…

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