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Por Daniel Riobóo Buezo 

El deporte en muchas ocasiones puede ser un fiel reflejo de la propia vida. El diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define con dos acepciones. La primera lo describe como una actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas. La segunda refleja su lado más hedonista y lo define como recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre. Es decir, el deporte es una actividad física donde jugamos, nos entrenamos para mejorar, competimos de acuerdo a unas reglas y también disfrutamos y nos divertimos mientras ocupamos nuestro tiempo libre. Con estos supuestos bien podríamos decir que el deporte es una metáfora de la vida misma donde también jugamos, luego nos formamos, después trabajamos y competimos en una sociedad sujeta a leyes y en la que también tratamos de disfrutar de nuestro tiempo libre.

El deporte significa diversión pero, también, aprendizaje. (Foto: Víctor Fernández-Peñaranda).
El deporte significa diversión pero, también, aprendizaje. (Foto: Víctor Fernández-Peñaranda).

 Las aptitudes y las actitudes deportivas y vitales

Seguimos con el diccionario. Un simil es una figura que consiste en comparar expresamente una cosa con otra para dar idea viva y eficaz de una de ellas. El deporte nos sirve constantemente para comparar y reflejar mejor aptitudes y actitudes deseables o censurables. Entre las positivas podemos ser constantes como un maratoniano, resistentes como un ironman, precisos como un arquero o valientes como un ciclista. O incluso recurriendo a ejemplos concretos del deporte profesional podemos ser perfeccionistas como Fernando Alonso, luchadores como Rafa Nadal, infatigables como Mireia Belmonte, ambiciosos como Cristiano Ronaldo o caballerosos como Miguel Indurain. La lista podría ser prácticamente interminable.

A la vez podemos encontrar ejemplos negativos ya que también hay quien puede ser tramposo como un deportista dopado que engaña para triunfar o codicioso como quien se deja comprar para amañar un partido. Estos casos son la prueba más clara de que para algunos el fin justifica los medios, algo que vemos constantemente en la vida diaria. Y es que el maquiavelismo también está a menudo presente en algunas figuras del deporte, pero aquí no daremos nombres. 

Skater levantándose tras caer.
En el deporte, como en la vida, es fundamental aprender a levantarnos tras caer. (Foto: Víctor Fernández-Peñaranda).

El deporte como metáfora

Siguiendo con el diccionario, una metáfora es la aplicación de una palabra o expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión. Así el deporte también puede ser una metáfora perfecta de muchos aspectos de la sociedad y de la propia vida. Por ejemplo, un partido puede ser una metáfora, generalmente y afortunadamente pacífica, de una guerra y el fútbol puede ser un lenguaje universal ya que permite comunicarse y compartir una pasión a medio mundo. Pero también los fichajes pueden ser un reflejo del mercado o de la bolsa y el deporte profesional puede simbolizar el propio funcionamiento de la economía o la política. E incluso determinados deportes elitistas sólo al alcance de aquellos con más recursos pueden representar las diferencias e injusticias sociales.

El deporte, como la vida, es una forma de superación personal y de encuentro con nosotros mismos.
El deporte es una metáfora de la vida con sus miserias y sueños alcanzados. (Foto: Víctor Fernández-Peñaranda)

El deporte como forma de conocimiento de los seres humanos

El deporte también es una forma de conocimiento de los seres humanos y podemos saber más de los demás en función del deporte que practican, cómo lo afrontan, qué comportamiento muestran hacia él o hasta dónde llega su pasión. Es lo que cuenta el último capítulo de la webserie S.O.P.A. (Sabiduría Original Prácticamente Absurda). Se trata de un concepto novedoso de serie para internet con capítulos independientes en los que dos personajes dialogan con un plato de sopa de por medio y que tiene en el humor, en general absurdo, un ingrediente sabroso y fundamental. En cada entrega aparecen dos actores diferentes y el director y el tema también cambian si bien la originalidad permanece.

Su quinto capítulo gira en torno a la compatibilidad entre una posible pareja que se conoce en una cita a ciegas, una situación en la que la afición a un deporte concreto puede jugar un papel importante para que prenda la chispa. En este caso es el Curling, un juego tan desconocido en España y Latinoamérica como enormemente popular en los países del norte del planeta. Y es que este peculiar deporte también puede ser para algunos una metáfora de la sociedad y de cómo una persona la comprende. Porque, como invita a reflexionar el propio corto, ¿nos gusta que a los demás les guste lo que nos gusta?

Parece evidente que el deporte puede unirnos o separarnos porque al final, en muchos casos, no deja de ser un reflejo del ser humano y de la vida misma, con sus miserias y grandezas, sus alegrías y sus penas, sus éxitos y fracasos. Por eso quizá nos gusta tanto.

*Las fotografías que ilustran este artículo son de nuestro colaborador Víctor Fernández-Peñaranda. En su página de Facebook podéis disfrutar más trabajos suyos.

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