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Daniel Riobóo Buezo

El 24 de octubre es el día mundial contra el cambio climático. Durante este tiempo de pandemia estamos comprobando el efecto palpable sobre el medio ambiente de una menor movilidad y actividad comercial a través de la mejora de la calidad del aire y de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero este impacto positivo es sólo temporal y está provocado por la desaceleración económica y el confinamiento. En el largo plazo lo importante es que se cumplan los compromisos del Acuerdo de París sobre reducción de emisiones por parte de todos los países, algo que por desgracia no ocurre.

La pandemia del Covid-19 también nos está recordando lo vulnerables que somos y la necesidad de defender al planeta ante ésta y otros amenazas globales como el cambio climático, el verdadero monstruo al acecho. Dentro de la tragedia que supone para el ser humano, creo que de esta crisis también podemos extraer lecciones y hacernos preguntas, especialmente en lo que respecta a la necesidad de encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y la sostenibilidad medioambiental.

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[Imagen de ejaugsburg en Pixabay]

Lecciones que podemos aprender para luchar contra el cambio climático

¿Podemos vivir con menos a nivel personal? Una vez cubiertas nuestras necesidades básicas, el resto de necesidades materiales secundarias son opcionales y quizá deberíamos pensar en reducirlas ya que el consumo sin medida tiene efectos perjudiciales sobre la explotación de recursos naturales y genera un exceso de residuos difícilmente reciclables. Para hacernos una idea, con respecto a 1970, cada ser humano produce de media un 21% más de dióxido de carbono, consume un 65% más de carne y utiliza un 447% más de plástico. 

¿Es sostenible el aumento de población y explotación de recursos? Si extrapolamos el impacto humano a nivel colectivo los datos son abrumadores. En los últimos 50 años, la población mundial ha aumentado de 3700 a 7800 millones de personas con la consecuente ocupación de espacios naturales (230 millones de hectáreas más) y de cultivo (160 millones de hectáreas) que nos acercan más a los hábitats naturales de las especies salvajes con el consecuente aumento del riesgo de brotes epidémicos. Con motivo del 50 aniversario del día de la Tierra del pasado 21 de abril, el Museo de historia natural de Estados Unidos publicó este vídeo animado en donde se compara y entiende a la perfección la evolución del impacto humano en el planeta entre 1970 y 2020.

El calentamiento global también es ya un hecho innegable como muestran numerosas instituciones científicas. En los últimos 50 años la temperatura media del planeta ha aumentado en un grado lo que provoca que los glaciares se están derritiendo hoy a un ritmo seis veces mayor que en 1970 y que el nivel del agua de los océanos aumente 3,3 centímetros por década. Un mayor número de tormentas, inundaciones, sequías y fenómenos naturales extremos también parecen directamente consecuencia del cambio climático. Y estas alteraciones también tienen un efecto directo sobre los seres humanos, especialmente en determinadas regiones. Según el último informe del Banco Mundial, si no se actúa inmediatamente los impactos climáticos podrían empujar a otros 100 millones de personas a la pobreza en 2030.

¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Es necesario viajar tanto? A mi personalmente me apasiona pero quizá deberíamos limitar o concentrar nuestros viajes en nuestro tiempo de ocio y evaluar si son absolutamente necesarios en nuestra vida laboral. Nos estamos dando cuenta de que muchos viajes de trabajo son innecesarios dadas las posibilidades que ya nos ofrece la tecnología para mantener reuniones o incluso negociar por otros medios. El teletrabajo es factible en muchos sectores y puestos de trabajo y su extensión, como la de la digitalización, también disminuyen la presión medioambiental.

¿Necesitamos utilizar tanto los vehículos particulares? Los coches son la mayor fuente de contaminación de las ciudades. Durante la pandemia, las emisiones de dióxido de nitrógeno están en sus niveles mínimos en muchos años y todos lo estamos notando estos días cuando salimos a la calle. Por poner un ejemplo cercano, la contaminación cayó un 59% en Madrid durante el estado de alarma logrando el mejor registro en una década. Además, otras ciudades como Milán, están aprovechando el confinamiento para poner en marcha un ambicioso plan contra la contaminación y así la capital de Lombardía dará prioridad a peatones y ciclistas para reducir el tráfico. La progresiva implantación de vehículos eléctricos e híbridos también contribuirá a una menor contaminación.

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El impacto ambiental de los eventos deportivos

¿Cómo puede contribuir el deporte a la lucha contra el cambio climático? Por ejemplo a través del deporte sostenible que es el que busca reducir la huella ecológica de la práctica deportiva y de los grandes eventos deportivos. Para hacernos una idea, la masificación del Everest ha convertido al mayor de los 14 ochomiles en el vertedero más alto del mundo. Sólo en 2019 se retiraron once toneladas de material deportivo y residuos abandonados en la montaña y sus alrededores. Y si hablamos del impacto ambiental de los eventos deportivos, durante unos Juegos Olímpicos, se pueden emitir unos 3,4 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, en un mundial de fútbol, 2,75 millones y en un torneo anual como Roland Garros 156 mil toneladas. Un último ejemplo, durante el maratón de Londres de 2019, los corredores dejaron unas 350 mil botellas de plástico esparcidas por las calles de la ciudad según la compañía encargada de limpiar el recorrido. 

Los sherpas han propuesto aprovechar el cierre del Everest durante la pandemia para cerrar la montaña (Foto: freeman.la)

Iniciativas para fomentar el deporte sostenible

Ante esta situación, poco a poco van surgiendo iniciativas esperanzadoras y algunas de las competiciones más importantes del mundo están introduciendo cambios para convertirse en eventos de deporte sostenible de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y así, el Comité Olímpico Internacional se ha comprometido a erradicar los plásticos de un solo uso en todos sus eventos. Mientras, en España se ha puesto en marcha el proyecto Green Sport Flag, un plan de acción para el medio ambiente impulsado por la Asociación del Deporte Español (ADESP) junto al Ministerio de Cultura y de Deporte y el de Transición Ecológica y que tiene como objetivo emprender iniciativas que favorezcan la protección del entorno otorgando una ‘bandera verde’ como distintivo para competiciones comprometidas medioambientalmente. 

Además, van surgiendo modalidades deportivas menos contaminantes. Por ejemplo, la Formula Eléctrica que apuesta desde hace algunos años por una competición de motor sostenible con un mundial de automovilismo de bajas emisiones. Y también hay multitud de iniciativas individuales para lanzar mensajes de defensa del medio ambiente como los que aquí hemos reseñado de Nacho Dean quien, tras dar la vuelta al mundo a pie para animarnos a caminar más, decidió unir nadando los cinco continentes mandando un mensaje al mundo de defensa de los océanos. 

Además, la moda deportiva también está empezando a contribuir y algunos fabricantes mundiales de equipamiento deportivo se han sumado al deporte sostenible con ropa, calzado y artículos innovadores elaborados con plástico reciclado, fibras naturales como el algodón orgánico o sin sustancias químicas impermeabilizantes como los perfluorocarbonos (PFCs). También existen sellos de ámbito internacional como el Bluesign y el GOTS (Global Organic Textile Standard) que certifican la sostenibilidad de la ropa de deporte. Otros, como el FWF (Fair Wear Foundation), velan por las condiciones laborales de los trabajadores que intervienen en la confección de dichas prendas.

¿Cómo puedes contribuir como deportista individual en la lucha contra el cambio climático?

Todos podemos aportar nuestro granito de arena en la lucha contra el cambio climático y para evolucionar hacia un mundo más sostenible. Por ejemplo, utilizando más la bicicleta en nuestros desplazamientos en lugar del coche o directamente podemos ir caminando a muchos sitios cuando se trate de distancias asumibles. Si Nacho Dean dio la vuelta al mundo a pie, qué menos que andar varios kilómetros al día, nuestro cuerpo nos lo agradecerá enormemente. 

Imagen de eBike Shed Ltd. 

También debemos prestar atención a los entornos donde hacemos deporte. Así, cuando practicamos ciclismo, corremos por el campo o montamos a caballo debemos evitar las rutas por ecosistemas sostenibles y no abrir atajos en la naturaleza o atravesar cultivos. Si lo que hacemos es participar en una prueba deportiva como una ruta cicloturista debemos guardar todos nuestros residuos en la mochila hasta que podamos depositarlos en una papelera o contenedor así como evitar los plásticos de un solo uso y los materiales desechables. Al final son pequeñas acciones que suman y realmente no implican un gran esfuerzo. En definitiva, creemos que el deporte y los deportistas podemos y debemos dar ejemplo para luchar contra el cambio climático y avanzar hacia un mundo más sostenible. 

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