Si te gusta, compártelo

Por Sergio Ariza Lázaro 

Si en nuestra primera entrega sobre las mejores selecciones del baloncesto europeo reseñamos los logros de la URSS de Sergei Belov y la Yugoslavia de Kresimir Cosic, en esta segunda parte volvemos a los mismos países pero con distintos protagonistas estelares encabezados por dos de los mejores jugadores europeos de la historia: Arvydas Sabonis y Drazen Petrovic.

  • La URSS de Sabonis: el Zar de Europa (Época de dominio: De 1982 a 1988)

En 1981 la URSS había dado la sorpresa al vencer en el Europeo a la mítica Yugoslavia de los Cuatro Fantásticos, al año siguiente se celebraba el Campeonato del Mundo en Colombia y los soviéticos iban a aparecer con un jovencito que aún no había cumplido los 18 años pero que iba a dominar el baloncesto europeo en los próximos años, Arvydas Sabonis. El lituano fue bautizado por Bill Walton, toda una leyenda de la NBA, como «un Larry Bird de 2,18». El mítico pivot se refería a que Sabonis tenía el tiro de un alero y la visión de juego de un base en un cuerpo destinado a dominar las canchas de baloncesto. Su actuación en 1982 fue buena pero todavía no ejercía de líder de la selección (aunque promedió casi 10 puntos por partido) pero en 1983 ya era claramente el jugador más importante de la selección soviética que disputó el Eurobasket. Increíblemente ese año 1983 sucedió algo milagroso, por primera vez desde 1955 ni la URSS, ni Yugoslavia se alzarían con el título.

La URSS que capitaneó Sabonis es leyenda del baloncesto europeo.
La URSS que capitaneó Sabonis es leyenda del baloncesto europeo.

La responsable de aquel milagro fue la España de Corbalán (que, por cierto, fue elegido MVP de aquel torneo), Epi y Fernando Martín. A pesar de los 24 puntos de Sabonis, los de Antonio Díaz Miguel se impusieron en la semifinal por 95 a 94. Una pena que no remataran la faena y perdieran la final contra la Italia de Dino Meneghin y Antonello Riva. El dominio de Sabonis se iniciaba con un resbalón.

No habría más, en 1984 el boicot soviético a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles impidió que Sabonis se viera las caras con Patrick Ewing. En 1985 su dominio en el Eurobasket fue total, alzándose con el premio de MVP y llevando a la URSS a ganar a la vigente campeona, Italia, por 16 puntos en semifinales y a Checoslovaquia en la final por ¡31 puntos!. El campeonato del Mundo de 1986 no hizo sino confirmar su superioridad sobre el resto de selecciones europeas. En la final se enfrentó ante la EEUU liderada por David Robinson. A pesar de perder por dos puntos todo el mundo pudo comprobar la suerte que tuvo Ewing de librarse del lituano cuando se vio a Sabonis machacar en los morros del ‘Almirante’ o ponerle algún tapón estratosférico. La NBA miraba por primera vez al Viejo Continente pensando en haber encontrado una joya de valor incalculable y los Portland Trail Blazers le elegían en el Draft. Todo hacía indicar un largo reinado en el Continente, al fin y al cabo, el gigante lituano solo tenía 22 años. Pero una grave lesión en el talón de Aquiles puso en peligro su carrera. Sabas estuvo más de un año y medio sin competir y viajó a Portland para que los médicos del equipo le atendieran de una lesión en principio intratable. Arvydas nunca olvidaría aquel gesto y cuando, mucho tiempo después, puso rumbo a la NBA fue fiel a la franquicia de Oregon.

Sabonis y Bogues, la URSS estuvo a punto de derrotar a EEUU en el mundial de España 86.
Sabonis y Bogues, la URSS estuvo a punto de derrotar a EEUU en el mundial de España 86.

Pero volvamos a 1987, su ausencia en el europeo de ese año llevó a la sorprendente derrota de la URSS en la final ante la Grecia de Gallis y Giannakis. El entrenador Alexander Gomelski vio su silla en peligro y al año siguiente decidió convocar a Sabonis para los Juegos Olímpicos de Seúl a pesar de que Sabas llevaba casi dos años en el dique seco. Un Sabonis con una movilidad y un salto muy reducidos permitió a la URSS tomarse cumplida revancha de su derrota en el Mundial del 86 al vencer a la EEUU de Robinson (…y de Danny Manning, y de Mitch Richmond, y de Dan Majerle) en la semifinal y a la Yugoslavia de su ‘enemigo íntimo’ Drazen Petrovic en la final, en la que terminó con 20 puntos y 15 rebotes, dominando por completo a la pareja interior yugoslava formada por Vlade Divac y Dino Radja. A pesar de la derrota tanto Radja como Divac siguieron prendados de por vida con Sabas. Ambos hicieron declaraciones años después en EEUU sobre él. Radja dijo: “Ustedes no conocen a Sabonis. Yo lo vi por la tele entre 1982 y 1986 y, créanme, era el mejor pívot del mundo. De haber llegado entonces a la NBA hubiera sido 10 años seguidos All- Star”. Divac, por su parte, se carcajeó de un periodista que le preguntó quién era mejor si él o Sabonis: “No hay color. Puedo decir sin miedo que fue mejor jugador que O’Neal, Ewing y Olajuwon”. Su victoria en Seúl supuso la apertura del torneo a los ‘profesionales’ de la NBA.

Pero a la URSS de Sabonis le quedaba ya muy poco tiempo. Bueno a la de Sabonis y a la de verdad. En 1989 disputaron su último campeonato unidos, pero había llegado un nuevo ciclo dominador con la Yugoslavia de Petrovic y se tuvieron que conformar con el bronce. En 1990 Sabonis y el resto de jugadores lituanos, Marciulionis, Kurtinaitis y Homicius, decidieron no participar en el Mundial. Su siguiente aparición fue ya defendiendo a Lituania en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Sus 23,9 puntos y 12,5 rebotes demuestran que, a pesar de la lesión, seguía siendo el mejor pivot europeo con mucha diferencia. Con Lituania volvería a repetir bronce en las Olimpiadas de 1996 y plata en el increíble Eurobasket de 1995.

La gran pregunta que se hace cualquier aficionado al baloncesto es que hubiera pasado si Sabonis no se hubiera lesionado de gravedad. Bill Walton, el hombre que llevó a Portland al título de la NBA en 1977 tiene una respuesta: «si Sabonis se hubiera ido a la NBA en el año 85 Lakers, Pistons y Bulls tendrían en estos momentos unos cuantos anillos menos».

Pese a estar ya físicamente disminuido, Sabonis aún maravilló a la NBA con su juego de pívot total.
Pese a estar físicamente disminuido, Sabonis aún maravilló a la NBA con su juego de pívot total.
  • La Yugoslavia de Petrovic: ¿El ‘Dream Team’ europeo? (De 1989 a 1992)

Es imposible contar la historia de Drazen Petrovic sin hablar de su rivalidad con Arvydas Sabonis. El ‘genio de Sibenik’ nació el mismo año que el gigante lituano pero, a pesar de debutar en la Liga yugoslava a los 15 años, su debut con la selección se produjo a los 18 años, uno después que Sabas. Cuando lo hizo, su ‘enemigo íntimo’ ya era campeón del mundo, corría el año 1983 y el joven Drazen compartió vestuario con tres de los cuatro fantásticos, Cosic, Dalipagic y Kicanovic. A pesar de todo, la selección yugoslava fracasó absolutamente y se tuvo que conformar con un séptimo puesto. El ambicioso croata veía como toda Europa se rendía ante Sabonis y no podía soportarlo. En 1984 tuvo la oportunidad de lucirse en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84, sin la presencia de la URSS debido al boicot político. Pero una inesperada derrota ante la España de Corbalán, Epi y Fernando Martín (que el año anterior se había dado el gusto de ganar a la URSS de Sabonis) le impidió disputar su primer duelo contra Michael Jordan.

A pesar de todo, ese bronce fue un pequeño consuelo ante lo que le avecinaba los dos siguientes años a nivel de selección. En 1985 Yugoslavia volvió a decepcionar en el Eurobasket, teniendo que conformarse con un triste séptimo puesto. Aun así Drazen acompañó a Sabonis en el quinteto ideal del campeonato, junto a Valdis Valters, Detlef Schrempf y Fernando Martín. Al año siguiente, en el Mundial, volvió a subirse al podio, nuevamente como tercero, pero tuvo que sufrir una derrota contra Sabonis y su URSS en semifinales por un punto. Todo ello a pesar de promediar más de 25 puntos por encuentro en ambos campeonatos y ser elegido MVP del Mundial de España. Para alguien que había dominado Europa a nivel de clubes con su Cibona de Zagreb, proclamándose campeón de Europa en el 85 y el 86 (ganándole la final de 1986 al Zalgiris de Sabonis) sus resultados con la selección eran su gran frustración. Una anécdota de sus tiempos en la Cibona explica perfectamente su carácter. Cuenta su ex entrenador que, antes de un partido contra el Zalguiris, Drazen comenzó a gritar a sus compañeros parando continuamente el entrenamiento hasta que el entrenador le paró y mandó a todos a casa. Cuando al día siguiente le preguntó qué le pasaba, Petrovic respondió que los partidos contra Zalgiris eran especiales ya que no sólo quería ganar sino también demostrar que él era mejor jugador que Sabonis.

En 1987 tuvo otra oportunidad para abrir su marcador de títulos ya que su gran rival, lesionado de gravedad, no iba a competir en el Eurobasket. Yugoslavia se presentaba ya con el equipo que iba a dominar el baloncesto europeo los siguientes años. Esto es Petrovic, Kukoc, Divac, Radja, Paspalj… e incluso un joven Aleksandar Đjorđjević. Aun así los yugoslavos cayeron en semifinales ante la Grecia de Gallis y tuvieron que conformarse, nuevamente, con el bronce. Al año siguiente Petrovic sufrió la que, probablemente, fue la derrota más dolorosa de su carrera. En los Juegos Olímpicos de Seúl llegó, por fin, a una final a nivel de selecciones para encontrarse enfrente a su viejo conocido, Arvydas Sabonis, recién salido de su lesión. En los últimos tres meses Yugoslavia se había impuesto cuatro de las cinco veces que se habían enfrentado, incluida una victoria en la fase preliminar de los Juegos. Pero la final se volvió a decantar del lado soviético y de nada sirvieron los 24 puntos de Drazen.

La pesadilla para Petrovic llegó a su fin en 1989, en el Eurobasket que se celebró en su casa, en Zagreb. Esta vez Petrovic no permitió ningún desliz, promediando 30 puntos por partido y alzándose con el premio de MVP. Eso sí, la Grecia de Gallis le impidió darse el gusto de vencer a Sabonis en la final. En 1990 sí que hubo victoria en el Campeonato del Mundo de Argentina ante la URSS en la final, pero no ante Sabonis que, al igual que el resto de jugadores lituanos, decidió no jugar aquel campeonato. Claro que lo más relevante de aquella victoria fue como se pudo ver el polvorín en el que se estaba convirtiendo Yugoslavia, un polvorín que no tardaría en explotar. Nada más terminar la final, Petrovic, croata, y Divac, serbio, se fundieron en un abrazo pero el buen rollo sólo duró hasta que un aficionado se acercó portando una bandera de Croacia, Divac le recriminó el gesto y le expulsó de la cancha. La relación entre aquellos jugadores nunca volvería a ser la misma como bien refleja el magnífico documental «Hermanos y Enemigos».

Al año siguiente, en 1991, Petrovic renunció a jugar el Eurobasket, en parte para preparar su siguiente temporada en la NBA pero también por su mala relación con los jugadores serbios. Fue el último gran campeonato de la Yugoslavia unida y los Kukoc, Divac, Djordjevic y compañía se impondrían con facilidad. La que, para muchos, es la mejor selección de la historia, saltó por los aires con la guerra en los Balcanes y nos quedamos sin la posibilidad de ver al ‘Dream Team’ contra el ‘Dream Team’ europeo. Aun así en los Juegos Olímpicos de Barcelona, Petrovic se quedó con la medalla de plata, comandando ya a Croacia, metiéndole 24 puntos a los Jordan, Magic, Bird y compañía en la final, y Sabonis con el bronce, al frente de Lituania. En el fondo fue algo muy significativo sobre qué dos jugadores habían dominado el baloncesto europeo en los últimos diez años. Claro que, con una sonrisa de jugón, Petrovic pensaría «pero yo por encima».

Petrovic perdió la vida cuando se estaba convirtiendo en una estrella de la NBA.
Petrovic perdió la vida cuando se estaba convirtiendo en una estrella de la NBA.

Y esto fue todo porque al año siguiente mientras preparaba la nueva cita en el Eurobasket con Croacia (amargado por no haber sido elegido en el All-Star de la NBA), Drazen Petrovic perdía la vida en un accidente de circulación en Alemania cuando ya estaba triunfando en EEUU promediando más de 20 puntos por partido en New Jersey Nets. El baloncesto europeo quedó huérfano y perdió a su mayor luminaria en pleno apogeo de su juego a los 28 años, la misma edad que tenía Michael Jordan cuando ganó su primer título en la NBA, para hacernos una idea de lo que  «el Mozart del baloncesto» podía haber logrado.

-Las mejores selecciones de la historia del baloncesto europeo (I)

-Estos maravillosos años, de los juniors de oro al mundial de baloncesto de 2014

-Las canastas sobre la bocina que cambiaron la historia del baloncesto

-Equipos de leyenda, las mejores temporadas de la historia del baloncesto

¿Quieres recibir nuestros temas en tu email?

* dato requerido

Si te gusta, compártelo