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Por Luis Murillo Arias

El Tour de Francia este año es diferente, incluso extraño, como consecuencia de la pandemia. Se disputa entre agosto y septiembre, con ocho integrantes por equipo en lugar de los nueve habituales y con muchas medidas sanitarias y de seguridad. También parece un Tour muy abierto si nos atenemos a los que dicen las casas de apuestas. Gracias a su impresionante forma en el 2020, el respaldo de un equipo lleno de estrellas y un excelente pedigrí en grandes vueltas,  el esloveno Primoz Roglic superaba al campeón defensor, el colombiano Egan Bernal como el favorito del Tour de Francia del 2020, o más bien, lo había hecho, hasta que tuvo un accidente en el Dauphine. Ahora no está claro si tan siquiera estará en la línea de salida. Algunas casas de apuestas han movido a Bernal de nuevo como el favorito al triunfo con cuotas en +225, con Roglic en un cercano segundo lugar con una probabilidad +250 según los datos del portal Sports Betting Dime. Parecen los grandes candidatos si bien también hay que tener en cuenta a otros corredores que esperan su gran oportunidad de triunfar por fin en París como el colombiano Nairo Quintana, el ecuatoriano Richard Carapaz, el holandés Tom Dumoulin, el francés Thibaut Pinot o, por qué no, Mikel Landa. 

Egan Bernal y Roglic son los favoritos en un Tour 2020 muy abierto.

El deporte es pasión, pero a veces, también somnolencia. La mayor representación de esta paradoja es el ciclismo, capaz de hacerte levantarte del sofá en un demarraje o de, poco a poco, ir remetiéndote entre los cojines a la búsqueda de uno que sirva de almohada para ir ligeramente entreabriendo los ojos, digamos mejor entrecerrando, hasta caer en el más dulce de los sueños. Eso sí, un arreón de un ciclista con el consiguiente cambio de tono en la voz del narrador son capaces de levantarte de un brinco para ver qué pasa y si te has perdido algo. ¿Cuántas veces hemos pensado que echábamos una cabezadita y nos despertábamos para el sprint y esto no ha sucedido?

Pocos deportes congregan horas y horas antes de la llegada a miles y miles de personas atestadas en las carreteras de montaña para ver pasar a sus ídolos una vez. El ciclismo es uno de ellos. Una excusa como otra cualquiera para dorarse al sol y comer bocadillos de jamón, tortilla de patatas y filetes empanados. Y una vez que los monstruos han pasado, a ver el final por la tele de un bar cercano y, si no lo hay, por la radio del coche. Qué efímero es todo.

La familia ciclista disfruta de tres semana juntos durante el Tour de Francia 2014. (Foto: adambowle, de Flickr)
La familia ciclista disfruta de tres semana juntos durante el Tour de Francia. (Foto: adambowle, de Flickr)

Aunque no todas las carreras ciclistas duran tres semanas, es en competiciones como el Tour de Francia o La Vuelta a España donde la familia ciclista se convierte más en eso, en familia. Y como núcleo, cada cual tiene su rol. Y éste es el objetivo de este artículo, analizar los roles de los actores del ciclismo.

El jefe de filas

Dentro de lo enclenque que de por sí suele ser un tipo que monta profesionalmente en una bicicleta, éste es el que siempre va erguido, mira de frente, no esconde los ojos cuando lo miras ni cuando lo hacen los rivales. Es capaz de subir siete puertos de categoría especial y a la llegada atender a los medios de comunicación como si se acabara de bajar al parque. No protesta. Como mucho, lanza un brazo cuando un aficionado ha estado a punto de tirarle al suelo. Sabe que el foco está sobre ellos y que su objetivo es ganar la vuelta, luchar por la general o conseguir el mayor número de etapas. Se sabe el líder y da órdenes al resto de ciclistas de su equipo. Ha de tener la capacidad de sufrir por dentro y nunca dar sensación de fatiga. Eso sería dar ventaja a sus rivales. Jamás se puede dejar llevar. Se le exige el do de pecho. Y, por esto, es el que más cobra. No se le permite ser prudente en la bajada, ha de jugarse la vida.

Los jefes de filas del Tour tienen a todo su equipo a disposición en pos del triunfo final.

El gregario

Son la tropa y han de proteger al jefe de filas. Además, también hay jerarquía entre ellos. El segundo de a bordo suele tener el mismo gesto que el líder, la misma manera de llevar las gafas de sol, cadencias parecidas al pedalear. Es normal que se produzca este proceso de mimetización entre ambos. Subirá los puertos llevando a ruedas al jefe hasta que no pueda más y le haga un gesto con la mano para que tire para adelante. Queda desfondado y a partir de ese momento se deja llevar. Pedalea entonces sin cadencia, a su ritmo, si es que le queda.

Los otros gregarios en las etapas de montaña suelen desaparecer pronto, esto siempre depende, claro, pero en los inicios de carrera y en las llanas, cuando el jefe lo requiere, forman una máquina de relevarse para tirar del pelotón. Es como una cadena de montaje que funciona perfectamente. O, a veces, se meten en escapadas para ir de avanzadilla por si el cabecilla o alguno de los gregarios premium quiere ganar una etapa o sacar tiempo. Sus sueldos no suelen pagar las gotas de sudor y horas sobre la bicicleta que echan, pero, sorprendentemente, les gusta su trabajo.

El aguador

Dentro de la jerarquía de los gregarios es el último mono. Podríamos llamarle también el becario. Es el que menos cobra y que, en vez de hacer fotocopias, tiene que traerle los café a los demás. Y en ciclismo los cafés son botellas de agua, barritas energéticas, fruta, lo que sea. Se dejan caer hasta el coche de equipo, cogen el material alimenticio, lo guardan como pueden en sus bolsillos o en la bici y acuden a distribuirlo entre el resto de compañeros. Su anhelo es convertirse en gregario normal para algún día ser segundo de a bordo y quién sabe si jefe de filas.

El director deportivo

Suele ser un ex ciclista, generalmente un jefe de filas, aunque no siempre. Planifica cada etapa y cada carrera con el jefe de filas. Estudian dónde pueden atacar, qué estrategia utilizar, dónde sacar tiempo y qué etapas seleccionar para ganar. Luego, claro, las cosas salen como salen. Hay caídas, corredores rivales que van dopados, pinchazos, pájaras, tormentas. Si el director deportivo es demasiado ambicioso y ve que con lo que tiene en el equipo no le da, podría buscar ayudas artificiales en determinados médicos. En ese caso, sería cómplice del dopaje de los ciclistas, a veces los encubre o en ocasiones lo promociona. Si es honesto, se limitará a estudiar a los rivales, hacer un buen entrenamiento y preparación física de sus ciclistas y darle al coco para planificar la mejor estrategia posible.

El médico

No se manifiestan públicamente pero conocen hasta el último detalle del estado físico y la salud de sus corredores. Llevan un arsenal de pastillas y complementos alimenticios. Van por delante en cuando a determinados avances se refiere y algunos no siempre son lo más legal del mundo. Los hay que se mantienen en los límites de lo permitido y los hay que prefieren arriesgarse e ir un poco más allá. La pregunta sería la siguiente: ¿El Tourmalet se sube a esa velocidad comiendo ensaladas y pasta?

El periodista

Suele ir en una de las motos de la carrera y trabaja para televisión, radio o prensa. Su celo en estar al pie de la noticia, lo que en ocasiones ha puesto en peligro a algún ciclista. No se quieren perder detalle de lo que ocurre para que el espectador o radioyente esté lo más informado posible de todo en carrera. A la llegada casi no dejan a los ciclistas bajarse de la bici para conseguir sus primeras declaraciones tras una victoria o una debacle. Sin ser conscientes de ello son los que exigen con su presión a los ciclistas dar más de sí de lo que pueden, lo que a veces degenera en un traspaso de los límites. Por otro lado, los ciclistas lo necesitan, puesto que son los que dan visibilidad a su trabajo y a los patrocinadores que lo pagan todo.

El narrador y el comentarista de televisión

El primero ha de ser un tipo con capacidad de hacer interesantes kilómetros y kilómetros de recorrido intrascendente y de contar de la mejor manera posible el que es trascendente. Es conocedor de la tendencia a la siesta de su tono de voz en muchas ocasiones, pero hay gente que hasta se lo agradece. Suele estar acompañado de un ex ciclista que aporta su sabiduría y gracejo, no siempre entendido por todos. Un requisito indispensable es que a ambos les guste mucho comer, puesto que será algo de lo que hablen todos los días por televisión, dando, en ocasiones, envidia y en otras indiferencia a los televidentes.

El telespectador aficionado

Los hay de varias clases. Por un lado, el que utiliza el ciclismo para dormir la siesta, simple y llanamente, y si, de paso, se entera de algo, pues mejor. Después está el que se traga las tres grandes vueltas, procrastinando a la vez que ve las etapas llanas y prestando la atención que se merecen las etapas importantes. A veces hasta tuitea lo que va viendo por televisión. Luego está el telespectador premium. Ve las vueltas de tres semanas, pero las considera competiciones de futboleros, sobre todo el Tour, situado estratégicamente entre el Mundial, la Eurocopa o el final de la Liga y Champions y el comienzo de la siguiente temporada balompédica. A él lo que de verdad le gusta son las clásicas de primavera y el Mundial de septiembre, donde se ve a los verdaderos hombres dignos de ser llamados ciclistas.

El fan

Para ser considerado verdadero fan de algo has de estar dispuesto a pasar horas y horas en algún lugar para ver a tus ídolos, sea en las colas para comprar entradas para un concierto, a la puerta del hotel para ver llegar al autobús de tu equipo favorito o en una carretera de alta montaña al sol y sin árboles para ver cómo sufre tu ciclista preferido. Algunos se disfrazan con el objetivo de seguir corriendo durante unos metros al maillot de líder de la carrera para salir en televisión. Otros lo utilizan para hacer algún tipo de protesta política. Los hay que hacen pintadas en la carretera para animar a los suyos. Pero el verdadero fan anima a todo sufridor que sube un puerto de categoría especial a las cuatro de la tarde en verano.

Las azafatas aportan colorido y sensualidad en el podio del Tour.
Las azafatas aportan colorido y sensualidad en el podio del Tour. Este año también habrá azafatos.

Las azafatas y azafatos

Y dejamos para el final una de las razones por las que numerosos aficionados se agolpan en las llegadas de las grandes vueltas: las bellas señoritas que entregan los ramos de flores a los ganadores de etapas y los portadores de los maillots de líderes de las diferentes clasificaciones. Su cometido, aparte de servir de imagen a determinadas marcas, es provocar un incentivo de energía con su sola presencia a los agotados ciclistas. Cuándo los pulmones se te salen por la boca no hay mejor dosis de oxígeno que la sonrisa de una de estas azafatas. ¿Cuántos no se habrán imaginado recibir el maillot amarillo del Tour de Francia en los Campos Elíseos de París rodeados de estas chicas? Es un aliciente más y desde este Tour 2020 también habrá azafatos, un paso adelante por la igualdad y ante lo que para muchos era considerado sexista. 

Es posible que no estén todos los actores que son, pero sí los más destacados. El ciclismo, un deporte que a nosotros, deporadictos de pro, nos apasiona por igual tanto por la emoción que provoca como por lo que ha hecho por el acuciante problema del insomnio en la sociedad.

-Guía para el turismo deportivo en Francia

-El diccionario del ciclismo

– Plomo en los bolsillos, la historia del Tour de Francia mejor contada

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