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Por Daniel Riobóo Buezo 

Vicente Barranco es un ingeniero de telecomunicaciones madrileño de 52 años con nada menos que 50 maratones a sus espaldas o, mejor dicho, en sus piernas. Este dato no sería tan sorprendente si esos 50 maratones no los hubiera corrido por todo el mundo. Hasta ahora Vicente ha completado los míticos 42 kilómetros en 43 ciudades de 27 países (29 si consideramos Irlanda del Norte y Escocia) en los cinco continentes. Para conocer mejor su proyecto único, le visitamos en su casa de Madrid. A la entrada, una maqueta de gran tamaño de un barco constuída por él durante dos años nos demuestra lo paciente y meticuloso que es, aptitudes de gran ayuda para preparar y decidir acometer la titánica tarea de recorrer el mundo corriendo maratones.

Vicente exhibe en su salón todas las medallas conmemorativas de los 50 maratones terminados.

¿Cuando y por qué empezaste a correr? Porque tu pasión por correr empezó mucho antes de la fiebre contemporánea por el running…

Precisamente mi motivación fue lo que ahora no encuentro, la posibilidad de poder hacer deporte solo en un sitio abierto porque, no es una crítica, pero para correr tampoco hace falta ir en un rebaño de 200 personas. En cambio, yo empecé a correr porque me quedé solo. Me gustaban los deportes de equipo pero a media que vas cumpliendo años, empecé a los 27, los amigos están muy ocupados con trabajos, novias y demás y al final es muy difícil poder quedar para formar un equipo de cuatro o cinco personas para otros deportes. Así vi que solo podía hacer deportes de equipo en los veranos en Soria en el pueblo de mis padres. Mi cuerpo me pedía continuar y por eso empecé a correr solo porque además vivía cerca del Retiro y así empecé.

¿Qué es lo que te aportaba correr frente a otros deportes que habías practicado antes?

Al principio no me aportaba nada porque los inicios en cualquier cosa son duros. Seguí un poco por constancia y porque correr forja un carácter. Y poco a poco fui viendo como mejoraba, di un salto al utilizar unas zapatillas específicas para correr, es lo más importante más allá de las modas de vestimenta y tecnológicas asociadas hoy al running. Cuando a los pocos meses vi que mejoraba bastante es cuando ya me enganché.

Y poco a poco fuiste subiendo de distancias…

Si, empecé por carreras de 10 kilómetros en Madrid y luego probé la media maratón. Aquí desde siempre ha habido muchas carreras, la de Canillejas, San Silvestre, las medias maratones. Como vi que seguía mejorando y hacía buenas marcas, a los dos años de empezar a correr salté al maratón.

Y debutaste en la gran distancia en una ciudad y un año con un significado muy especial, en Barcelona en marzo de 1992. 

Si, además fui con amigos que ya lo habían corrido antes, en este primer maratón no fui solo, era más cómodo  y siempre ir en grupo ayuda.

Y te imbuiste de espíritu olímpico…

Si, porque además el recorrido era muy bonito, comenzaba en Mataró y terminaba en el mismo estadio olímpico, tras subir a la montaña de Montjuic. Era duro subir allí tras casi 42 kilómetros, ahora ya no termina arriba, pero como era año olímpico decidieron que terminara allí.

Y poco a poco, por lo que muestra tu tabla de maratones, empezaste a realizar grandes marcas y en tu cuarto maratón, en Nueva York, en 1993, fuiste el primer español con 2:29:55 (entonces el récord del mundo estaba en 2 h 06:50.). ¿Cómo fue aquella experiencia?

Para ser el primer español tuve la suerte de que profesionales como Abel Antón o Martín Fiz, entonces los mejores maratonianos del momento, no acudieron, porque el maratón de Nueva York lleva normalmente a la élite mundial. Si llegan a ir no hubiera tenido nada que hacer para ser el primer español porque mi marca fue buena pero no para poder superar a los profesionales y dentro del segundo grupo de corredores con alto nivel me encontré yo y tuve la suerte de poder hacer una marca muy buena y ser el 56º de la general.

El maratón de Roma es de los más duros pero a la vez más inspiradores para Vicente.

¿Y es a raíz del maratón de Nueva York cuando decides exportar tu pasión por el maratón a otros países y continentes o tenías ya un plan previo?

Fue a raíz de Nueva York porque fue una experiencia muy bonita, te deja impresionado aunque hayas corrido muchos maratones. Es una ciudad enorme y es un día de fiesta para ellos, te ven miles de personas y te llevan en volandas. Entonces a partir de entonces pensé que como me gustaba viajar y correr decidí unir ambas pasiones. Si no, no hubiera viajado tanto porque no soy un turista clásico de recorrer las ciudades y hacer fotos, de hecho tengo muy pocas de mis viajes. Pero aquello sí me gustaba viajar y matar el gusanillo de correr en diferentes ciudades. Además ese día mientras corres con el tráfico cerrado, tienes la ciudad para ti. Así no tardé en probar la siguiente experiencia internacional en el maratón de Londres.

Con lo que tu afición acabó casi convirtiéndose en un estilo de vida para combinar dos pasiones aunque digas que no eres un turista al uso. ¿Aprovechabas entonces para cogerte las vacaciones para poder correr los maratones internacionales?

Si, efectivamente. Además el maratón es una cosa de la que no puedes abusar y se combinaba perfectamente. Correr un maratón dos veces al año era la excusa perfecta que me permitía planificar las vacaciones en la empresa para salir dos veces al año a correr. Si era en Europa solía coger una semana, cuando ha sido en otros continentes solía coger 15-17 días ya que para ir a Australia, China, Japón, Sudáfrica, son viajes muy largos en los que necesitas ir con antelación para superar el jet lag y poder preparar la prueba con antelación.

Y me imagino que en esos viajes también aprovechabas para visitar otras ciudades y otros santuarios del deporte, en el ahora tan en boga turismo deportivo. 

Si, visitaba otras ciudades del país. Por ejemplo en China corrí el maratón de Pekín pero también aproveché para visitar Hong Kong, Shangai, Xian. En Australia corrí en Sidney pero también fui a Darwin, Cairns, la barrera del Coral. Y también, además de monumentos artísticos visitaba estadios deportivos, de hecho muchos maratones acaban en los estadios olímpicos, como en Atenas, en el antiguo estadio olímpico (el Estadio Panathinaikó, que acogió la primera edición de los Juegos Olímpicos Modernos en 1896) y haces el recorrido original. O en Múnich, en el estadio de los Juegos del 72.

¿Cual es el maratón que más te ha gustado por su recorrido?

Además de Nueva York, los de las ciudades grandes porque en las más pequeñas la organización tiene que repetir partes del circuito o llevarlo a los alrededores en parques o bosques enormes donde casi estás solo. Me gustó mucho el de París porque recorres todas las zonas emblemáticas, también en Londres con un recorrido muy amplio por la City, Tamesis. Moscú es otro maratón muy bonito con una parte por el río y con comienzo y final en la Plaza Roja. También en Pekín terminó en el estadio olímpico. Igualmente Roma me gustó mucho si bien se corre parte sobre adoquín y te machacaba bastante. Venecia fue también muy bonito y al a vez muy curioso porque diluviaba y tuvieron que improvisar tramos de madera porque había partes inundadas y en algunas partes nos llegaba el agua hasta los tobillos.

¿Y los ambientes qué más has disfrutado?

Nueva York y en general los de Estados Unidos. Boston, un maratón emblemático con un gran ambiente, Los Ángeles, pasar por Beverly Hills y Hollywood e incluso corren actores famosos. También el de Chicago, están muy bien organizados y son una auténtica fiesta.

El maratón de Boston es uno de los que mejores recuerdos le trae a Vicente.

Y tendrás miles de anécdotas, ¿recuerdas alguna en especial?

Hay un maratón muy curioso, el de Reikiavik. Era el 15 de agosto y pasé un frío tremendo, parecía que estaba en el fin del mundo. Sólo corríamos 400 o 500 y quedé el quinto, mi mejor puesto. Pero iba tan sólo que incluso me perdí, me fui por una calle que no era y me tuvieron que ayudar, hice algunos metros de más. También tengo alguna anécdota de caídas, en Estocolmo tropecé con una persona en silla de ruedas (en ocasiones salen un poco antes) en un túnel y corrí con una rodilla sangrando e inflamada, al terminar estaba como un huevo. En Rotterdam también tuve un desfallecimiento y, al terminar, me tuvieron que poner dos bolsas de suero glucosado, estaba totalmente deshidratado. Ese día había mucha humedad e incluso Fabián Roncero, el maratoniano del momento, también tuvo que pararse.

¿Y alguna historia humana que te haya impactado?

He visto correr a personas con hijos con deficiencias y es muy bonito, antes era menos común que ahora. Además cada vez se ven más iniciativas solidarias en los maratones, es una buena ocasión para ponerlas en marcha.

Decidiste que tu maratón número 40 fuera en Tokio, donde la carrera tiene un especial simbolismo. 

Antes había corrido en Nagano que fue sede de los JJOO de invierno y decidí volver a Japón. Allí el maratón se vive como una religión, con un respeto enorme. El deporte también sirve como meditación para ellos, está todo muy relacionado. Da gusto cada vez que vas a correr allí porque te tratan como un héroe, un poco como en EEUU pero desde el punto de vista oriental. Hay un respeto enorme ese día y además hay miles de personas viéndote.

Y alcanzaste tu maratón número 50 en Múnich en octubre. ¿Qué significado ha tenido para ti?

La verdad es que a mis 52 años ya se va notando el esfuerzo cada vez más porque además he entrenado 130 mil kilómetros para correr los 50 maratones, unos 5 o 6 mil al año. Al final pasa factura en en los huesos. Por eso últimamente he decidido acortar los viajes yendo a ciudades europeas. Porque además ya no sabes si vas a terminarlos, si te va a pasar algo. Así decidí elegir un destino cercano y a la vez emblemático para el número 50, en una ciudad olímpica con el final en el estadio de los Juegos del 72.

Con el de Múnich, Vicente ha terminado ya 50 maratones.

¿Y tus próximos retos?

Una vez alcanzados los 50 maratones, este año sólo voy a correr uno. Hay dos fases concentradas, la primavera y el otoño y este año voy a saltarme el primaveral y correr uno en otoño, aún no he decidido el destino, puede que alguno de los nórdicos que me faltan, Copenhague u Oslo.

¿Qué consejos darías a quienes empiezan ahora en el maratón y pueden llegar a plantearse correr en otros países como tu has hecho?

Sobre todo, que busquen motivaciones porque los comienzos, como en cualquier actividad en la vida que requiera esfuerzo y dedicación, no son fáciles. Hay que plantearse pequeños retos poco a poco. En mi mente no estaba correr 50 maratones ni hacer los tiempos que he hecho, al principio sólo pretendía correr lo más constante que pudiera, no pensaba ni siquiera correr una carrera oficial. Fui dando pequeños pasos. El mayor éxito de la gente que empieza debe ser no desanimarse, ir cogiéndole poco a poco el gustillo e ir escuchando al cuerpo. Con constancia y pequeños objetivos se va evolucionando, además ahora hay mucha información disponible y se puede incluso entrenar en grupos para motivarse más. Quizá ahora es más fácil no desengancharse al principio, hay que llevar bien el proceso inicial para no empacharse. Las prisas y los atajos no valen, hay que ir poco a poco. También es muy importante, para la gente que empieza, que se haga un chequeo y una prueba de esfuerzo y, si es posible, con un médico especializado en medicina deportiva.

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