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Por Luis Murillo Arias 

Estamos asistiendo al Mundial con mayor promedio de goles desde el celebrado en México en 1970 y cabe la posibilidad de que se convierta en uno de los que mayor espectáculo ha ofrecido con su juego. Dentro del espectáculo, aparte de los goles y los pases de ensueño, existe un lance del juego de una plasticidad extrema por el que sentimos debilidad: el regate. Los mayores ejemplo de la Copa del Mundo de Brasil los hemos encontrado hasta ahora en jugadores como Neymar, Messi o, sobre todo, Robben. Decisivas sus intervenciones hasta ahora, sobre todo en los octavos de final ante México.

Imagen de Phillip Kofler en Pixabay.

Los que desprecian el fútbol tienden a definirlo como un juego absurdo en el que once tíos en calzoncillos corren detrás de un balón. La simpleza de tal afirmación es de tal magnitud que no merece réplica. Algunos detalles del fútbol tienen categoría de obra de arte pues están sólo al alcance de unos pocos dotados. Y con esto no nos referimos a todas las acciones, sino a algunos goles, regates o asistencias. Centrémonos en el regate, la técnica por la cual algunos futbolistas evitan rivales en la conducción de la pelota.

El sombrero. El más famoso quizá fue el que realizó Pelé frente a Suecia en la final del Mundial de 1958, seguido del cual el brasileño marcó uno de sus goles más recordados. El jugador debe controlar la pelota con la puntera y lanzarla por encima del rival para deshacerse de él y controlar de nuevo el balón. En el pasado Málaga-Valencia de la 13ª jornada de esta Liga, el mediapunta Isco encadenó un par de sombreros y justificó por qué es uno de los candidatos al Golden Boy de la FIFA.

La bicicleta: Seguro que más de una vez has visto a un jugador mover las dos piernas por encima de la pelota sin tocarla para engañar al contrario y después de uno, dos o tres movimientos de despiste mover la bola hacia un lado, arrancando rápidamente. Eso se llama bicicleta. Lo popularizaron los brasileños como Pelé o Garrincha. Dignos herederos fueron el Fenómeno Ronaldo, Denilson, Figo o Ronaldinho. En la actualidad, el jugador más reconocible por este tipo de regate juega en el Milan y se llama Robinho. En su época en el Real Madrid algunos aficionados se reían de él y le llamaban el triatleta porque primero corría, después hacía bicicleta y para terminar, nada.

La cola de vaca. El 8 de enero de 1994, el Barcelona dirigido por Johan Cruyff recibió al Real Madrid en el Camp Nou. En aquel equipo jugaban Laudrup, Stoichkov, Koeman, Guardiola y… Romario. En el minuto 24 de la primera parte, el jugador de dibujos animados brasileño hizo uno de los mejores goles de su vida. Fue el primero de los cinco goles que el Barça le hizo al Madrid aquella noche. Romario dejó sentado al central Rafa Alkorta con un extraordinario regate y marcó un gol ante el que nada pudo hacer el guardameta madridista, Paco Buyo. Esa jugada pasó a la historia y el regate pasó a tener nombre: la cola de vaca. Romario estaba de espaldas contra el defensa, controlaba la bola con el interior del pie y, al mismo tiempo, giró su cuerpo 180 grados manteniendo el esférico pegado a su bota. Después salió en velocidad dejando al zaguero vasco fuera de combate. Este regate lo han imitado posteriormente futbolistas como Ronaldinho, Fernando Torres o Neymar.

El aguanís: Era la final de la Copa Intecontinental de 1998 que enfrentraba a Real Madrid y al Vasco da Gama. El marcador estaba en tablas (1-1) y el tiempo reglamentario a punto de cumplirse, pero en el minuto 83, un pase de más de 40 metros de Clarence Seedorf llegaba hasta las botas de Raúl González Blanco, que amagó ante dos defensas dos veces con disparar a puerta dejando sentados a ambos. Después, el balón le quedó franco para anotar el 2-1 y darle el título a los madridistas. La prensa española bautizó aquel regate como el aguanís. Los atléticos aseguran que ya lo había inventado Paolo Futre años antes. Era una de las señas de identidad del siete madridista y él mismo declaró que el nombre venía de su época de infantil. Entre los padres del equipo de Raúl, cuando tenía diez años, denominaban aquel movimiento de aquella manera. Cuando el padre de Raúl vio el gol que había hecho su hijo en Japón, le comentó a un periodista: «Ha hecho el aguanís».

La croqueta: Lo popularizó Michael Laudrup en la década de los 90 y tiene su principal exponente en la actualidad en Andrés Iniesta, como demostró en Moscú hace un par de semanas. Regate hecho en carrera que consiste en un movimiento rápido de desplazamiento del balón de una pierna a otra al mismo tiempo que se supera al rival. Es una gran finta para no frenar el avance del jugador que conduce la pelota.

La ruleta marsellesa. Se trata de un movimiento circular en el cual se utilizan las dos plantas de los pies para desplazar la pelota y superar al contrario con un giro de 360 grados. Era la marca personal del juego de un mago del balón: Zinedine Zidane.

La Joaquininha: Consiste en un dribling con rabona o abracadabra. La pelota está detrás del atacante y, por sorpresa, con el pie se pasa esférico por detrás y luego haciendo una rabona la coloca hacia delante en diagonal formando un ángulo de 45 grados. En España se llama así porque es uno de los regates más típicos de Joaquín Sánchez, el jugador del Málaga. En la actualidad, uno de los futbolistas que más lo utilizan, además del propio extremo andaluz, es el delantero chileno del Barcelona Alexis Sánchez.

Y no podemos olvidarnos de uno de los más populares, el caño o tunel, que, cómo todos sabéis, consiste en hacerse un autopase consiguiendo que la pelota penetre entre las piernas del rival. Se trata de uno de los regates más humillantes para el defensor. Os dejamos con un vídeo recopilatorio de este tipo de acciones.

No están todos, pero sí los más representativos. Si se os ocurre alguna variedad más o queréis destacar aquel regate que os hizo levantaros de los asientos para llevaros las manos a la cabeza, os remitimos a los comentarios.

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