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Por Daniel Riobóo Buezo

Organizar una gran competición y jugar la final en tu estadio, ya sea un mundial, una Eurocopa o una final de Champions, a priori es una gran ventaja al contar con el apoyo de la afición local, el conocimiento del estadio y campos de entrenamiento y otros posibles condicionantes. Pero en muchas ocasiones la supuesta bendición se convierte en un auténtico caramelo envenenado que dados los numerosos antecedentes puede hasta calificarse como maldición.

Lo acabamos de ver en dos finales, la de la Copa América y la de la Eurocopa. En ambos casos la presión por tener que ser campeón en casa fue una pesada losa para las selecciones brasileña e inglesa. Y ahora llega la tercera competición internacional del verano futbolístico, la Copa Oro de la Concacaf, que reúne a los 16 mejores equipos de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe. A día de hoy, la selección de México sigue siendo el gran favorito para ganar la Copa Oro con probabilidades de +125, seguido de la escuadra de Estados Unidos (+160) y Costa Rica (+1200) de acuerdo a los datos obtenidos del portal Sports Betting Dime. La competición se celebra en suelo estadounidense y la final tendrá lugar el 1 de agosto en Las Vegas. ¿Pesará también la condición de local a los anfitriones si EEUU consigue llegar a la final?

Del Maracanazo de 1950 al de 2021

No hay que irse nada lejos en el tiempo para comprobar cómo el favoritismo por jugar como local puede ser contraproducente. El último fin de semana hemos vivido dos episodios que ya han pasado a la historia del fútbol. El sábado se produjo el Maracanazo de Argentina en Rio de Janeiro en la final de la Copa América de fútbol. El solitario gol de Ángel Di María provocó un impacto a nivel mundial, por varias razones. Por ser la primera Copa América de Argentina desde 1993, por ser también la primera que levanta Leo Messi y, cómo no, por recordar su derrota histórica más sangrante, amén del 1-7 de Alemania en la semifinal del mundial de 2014 en Belo Horizonte. La derrota de Brasil en su templo sagrado en una final se producía por segunda vez en la historia, la primera desde que Uruguay ganó su segundo mundial en territorio carioca en 1950 en el Maracanazo primigenio.

Argentina protagonizó un Maracanazo histórico al vencer en la Copa América.

Inglaterra no pudo repetir en Wembley el triunfo del mundial de 1966

El segundo castañazo del fin de semana del equipo local se produjo sin solución de continuidad. Los ingleses se las prometían muy felices para conquistar su primera Eurocopa en casa (puede considerarse como tal al haber jugado seis de sus siete partidos, incluída la final, en Wembley) y dos horas y media después Inglaterra caía derrotada por Italia en los penaltis. Para más inri en el descalabro, incluso los pross se adelantaron en el marcador con el tanto de Luke Shaw nada más comenzar la final pero, poco a poco, al equipo de Gareth Southgate le fueron entrando las dudas y el miedo a ganar, reculando hasta que Italia empató con un gol de Bonucci y finalmente llegaron a los penaltis. Allí, tras comenzar de nuevo la tanda por delante, los talentosos Rashford, Sancho y Xaka fallaron sus penaltis ante un Donnarumma que, con 22 años, demostró una sangre fría enorme. El Wembleyazo estaba consumado.

Donnarumma se convirtió en el héroe de la final al detener dos penaltis a Inglaterra.

Pero estos dos últimos y sonados fracasos de los anfitriones en una final no serán los últimos ni, por supuesto, son los primeros de la historia del fútbol. Vamos a recordar algunos de los más sonados.

Las dos Eurocopas con derrotas de las selecciones locales

Realmente lo ocurrido este fin de semana en Londres no debería sorprendernos. Que el equipo que juega una final en casa salga derrotado no es nuevo en la Eurocopa. Sólo hay que remontarse a la anterior para constatar un caso similar. El 10 de julio de 2016, Portugal conseguía su primera Eurocopa derrotando a Francia en Saint-Denis con un solitario gol marcado por Éder en la segunda parte de la prórroga cuando todos daban por favorita a Francia en casa y más aún tras la ausencia de  Cristiano Ronaldo. El destino premiaba así a los lusos después de haber sufrido en sus propias carnes la maldición del anfitrión en 2004. Y es que en aquella Eurocopa, la inesperada Grecia se proclamaba campeona europa por primera vez en su historia tras vencer a los portugueses con un gol de Angelos Charisteas en el estadio Da Luz de Lisboa convertido aquella noche en un mar de lágrimas.

Un fenómeno más común en la Copa América

Si bien Brasil nunca había perdido como local en una final de la Copa América, al ser una competición que disputan un menor número de selecciones y que hasta hace poco se disputaba cada dos años, las derrotas del anfitrión en la final han sido más comunes que en Europa y se han producido en un total de cuatro ocasiones. En 1997 Bolivia perdió 1-3 con Brasil pese a disputar la final con la ventaja de la altura de La Paz frustrándose así el que podía haber sido su segundo título continental. Lo mismo le ocurrió a Chile en 1955 al perder con Argentina o a Uruguay en 1919 al perder la final 1-0 con Brasil en Montevídeo, un hecho que vengaría en al final del mundial de 1950 con el mítico Maracanazo.

Las derrotas locales en las finales de los mundiales: del Maracanazo al Estocolmazo

Las grandes derrotas de las selecciones locales en la historia de los mundiales se iniciaron el 16 de julio de 1950, cuando Uruguay conquistó su segundo mundial en Río de Janeiro remontando el gol inicial de Friaça con los tantos de Schiaffino y Ghiggia. Si bien la derrota verdeamarelha ha inspirado miles de crónicas y artículos desde 1950, Brasil no tardó en inflingir a otra selección la dolorosa sensación de perder una final jugando como local. Fue en el mundial de 1958, cuando una canarinha inolvidable con Didí, Garrincha y Vavá y en la que ya estaba presente un jovencísimo Pelé derrotó en Estocolmo a Suecia por 5-2 conquistando el primero de sus cinco mundiales que la convierten en la selección más laureada del fútbol mundial. 

El Maracanazo de Uruguay es uno de los episodios más glosados de la historia del fútbol.

La maldición del anfitrión en las competiciones europeas

Las finales de la Liga de Campeones de fútbol tampoco han sido ajenas a este fenómeno. El episodio más cercano es el ocurrido en 2012 entre Bayern de Múnich y Chelsea. Los bávaros eran favoritísimos ante un equipo inglés que aún no sabía lo que era levantar una orejona. El partido terminó en 1-1 con los goles postreros de Müller y Didier Drogba, continúo con el mismo resultado durante la prórroga y, en la tanda de penaltis, los alemanes acusaron la presión consiguiendo el Chelsea vencer por 4-3 para levantar la primera de sus dos Champions. El Bayern Múnich se convirtió así en el segundo equipo que perdía la Liga de Campeones en su propio estadio ya que, 28 años atrás, en 1984, la Roma perdió en el Estadio Olímpico también en los penaltis ante el Liverpool (4-2) tras haber empatado a uno en el tiempo reglamentario.

La Copa de la UEFA (convertida en Europa League desde la temporada 2009-2010) también ha visto cómo el anfitrión perdía en casa la final. El caso más cercano es el de 2005 cuando el Sporting de Lisboa perdió en su estadio, el José Alvalade, ante el CSKA de Moscú por 1-3. Los rusos remontaron el gol inicial sportinguista convirtiéndose además en el primer equipo ruso en conseguir un título continental. Aún hay otro antecedente en dicha competición, que ha disputado las finales a doble partido durante gran parte de su historia. En 1965 el Ferencvaros húngaro derrotó en el Stadio Comunale de Turín a la Juventus 1-0 consiguiendo el único título europeo de su historia, entonces denominado Copa de ferias.

El Centenariazo, la derrota más sonada del equipo local en las Copas del Rey

Otras competiciones que se deciden en finales a partido único también han visto cómo el anfitrión perdía en casa, con más frecuencia cuando la competición es anual, como en las Copas nacionales. La más recordada en España, sin duda, fue el conocido popularmente como Centenariazo de la Copa del Rey de 2002. Todo estaba preparado para que el Real Madrid celebrara en el Bernabéu sus cien años como club conquistando una nueva Copa pero el Super Depor de Javier Irureta le amargó la faena venciendo 2-1 con total justicia tras los tantos de Sergio y Diego Tristán. Idéntico resultado se dió 11 años después, en 2013, cuando el Real Madrid volvió a dejar escapar otra Copa como local, en este caso ante el Atlético de Madrid de Diego Simeone que remontó con goles de Diego Costa y Miranda. También en 1992 el Atlético aguó la fiesta a los merengues en el Bernabéu conquistando la Copa con dos recordados goles de Paulo Futre y Bernd Schuster. Muchos años antes, en 1975, había ocurrido lo contrario, el Real Madrid conquistó la entonces llamada Copa del Generalísimo tras vencer en los penaltis en el Vicente Calderón (5-4 tras el 0-0 en el tiempo reglamentario). Retrocediendo aún más en el tiempo encontraríamos más antecedentes en las ediciones de 1968 (el FC Barcelona venció al Real Madrid en el Bernabéu 1-0), 1961 (El Atlético derrotó 3-2 al Real Madrid en Chamartín), 1960 (3-1 para el Atlético en el coliseo blanco), 1958 (2-0 para el Athletic ante el Real Madrid en el Bernabéu), entre muchos casos.

Una de las finales de Copa con derrota del anfitrión más recordadas es el «Centenariazo» del Deportivo de la Coruña.

Tras este repaso histórico a muchas de las finales perdidas por los equipos anfitriones en competiciones futbolísticas queda claro que no siempre jugar en casa es garantía de éxito pero, probablemente, es un riesgo que merece la pena correr.

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