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Por Sergio Ariza Lázaro 

Lo ha vuelto a hacer. Una vez más y cuando nadie daba un duro por él y por su equipo, Tom Brady ha vuelto a llegar a la Super Bowl. Será la novena vez en su carrera que juegue el partido decisivo del fútbol americano y del que tiene el récord de participaciones, victorias, MVP, touchdowns, yardas conseguidas y así, como Buzz Lightyear, hasta el infinito y más allá. Allí le esperarán los Rams de Los Ángeles después de haber dejado en el camino a los grandes favoritos, los Chiefs de Kansas City del actual MVP de la liga, el joven Patrick Mahomes.

Una final incierta con un protagonista absoluto

Para todas las métricas avanzadas (incluyendo DVOA, Massey-Peabody y las calificaciones de ProFootballFocus), los Rams fueron mejores que los Patriots en la temporada regular. Pero New England Patriots ha «activado el interruptor», por así decirlo, en los playoffs y los apostadores han tomado nota. Las probabilidades arrancaron igual para ambos equipos pero conforme pasan los días, los pronósticos deportivos van dándole ventaja al equipo de Nueva Inglaterra con un margen de -3 al día de hoy según pudimos comprobar con Sascha Paruk, editor de SportsBettingDime. A pesar del gran juego de Los Ángeles durante toda la temporada, es difícil no respaldar al equipo de Nueva Inglaterra contra un quarterback aún extremadamente joven como lo es Jared Goff y una secundaria vulnerable de los Rams.

Frente a la pujante juventud de Goff, la veteranía de la leyenda de los Patriots le ha permitido alcanzar una nueva Super Bowl sorprendiendo a muchos. No está mal para el mito que este año cumplirá en agosto 42 años, sobre todo si se tiene en cuenta que la temporada comenzó con una victoria y dos derrotas, y con los innumerables ‘haters’ de Brady frotándose las manos ante el inminente declive de la estrella. El propio Brady salió al paso comentando “sé que todos piensan que apestamos, ya sabes, que no somos capaces de ganar ningún partido” para luego relamerse y rematar “ya veremos. Será divertido”. Nuevamente el que ríe el último, ríe mejor, sobre todo si el último es Brady

Los Rams han tomado la peligrosa actitud de volver a hacerle de menos con frases tipo «su tiempo ya pasó, es uno más«. Su estrella, el defensa Aaron Donald, y el protagonista de la acción más polémica de las finales de conferencia, Nickell Robey-Coleman, piensan que sus mejores tiempos en la liga ya han pasado. Craso error, cuando se habla de un jugador como Brady, alguien con ese espíritu competitivo, cada crítica es un tronco al fuego de su autoestima. Preguntado por las declaraciones de los Rams, Brady puso su mejor sonrisa y afirmó «no tengo mucho que agregar«, después se dirigió a un niño en la sala y le dijo «¿qué hacemos con los detractores? Los amamos«. Si fuera una película sobre su vida pasaríamos a un plano subjetivo dentro de su cabeza donde Brady tortura a Donald y a Robey-Coleman, para acto seguido mear sobre sus cadáveres.

Si el quarterback más odiado de la historia del fútbol americano ha llegado a ser el mejor sin discusión de la historia de su deporte, no ha sido, precisamente, amando a sus innumerables detractores. Es tal el odio que despierta entre una parte de sus conciudadanos (proporcional al amor que le tiene la otra parte) que a muchos les nubla el juicio y siguen poniendo en tela de juicio una obviedad, Brady es el mejor. Punto. Evidentemente es mucho más fácil odiarle, ya sea por pura envidia, es guapo, rico, muy bueno y además tiene como pareja una supermodelo (¿les suena de algo?) o por otras puramente objetivas, su gorra a favor de Trump, sus trampas en el famoso ‘Deflagate’ (más sobre esto en unos momentos), cómo le hizo la cama al jugador que le sustituyó con muy buenos resultados mientras estuvo lesionado o su insoportable manía de ganar casi siempre.

El número 199, el patito feo del draft

La carrera de Tom Brady es una de las más espectaculares en la historia de cualquier deporte y, además, una de las más originales. En general, los jugadores que han alcanzado la categoría de mejores de todos los tiempos en sus respectivos deportes vienen señalados con el epíteto de elegidos, destacan desde muy jóvenes y logran varias hazañas a muy corta edad. Por ejemplo Michael Jordan ya había ganado su primer oro Olímpico y la NCAA antes de jugar su primer partido en la NBA, Roger Federer se había alzado con un Wimbledon junior o Pelé había ganado un Mundial con 17 años. A esa edad Tom Brady todavía no sabía si iba a jugar al fútbol americano o al béisbol, es más en 1995, con 18 años, fue ‘drafteado’ por un equipo de béisbol, pero se decantó por el fútbol americano y se marchó a la Universidad de Michigan a probar suerte. Sus dos primeros años allí ni siquiera fue titular, pero tras contratar a un psicólogo deportivo Brady se hizo con el puesto en la temporada 1998 y jugó las dos siguientes como tal, aunque la última compartiendo el puesto junto a Drew Henson.

En el año 2000 entró en el draft y el que se iba a convertir en el mejor jugador de todos los tiempos fue elegido en la posición 199, en la sexta ronda del mismo. En la NBA los Houston Rockets y los Portland Traiblazers (especialmente estos últimos) todavía siguen tirándose de los pelos por dejar pasar a Jordan, pues bien en la NFL se eligieron 198 jugadores, incluidos 6 quarterbacks, antes que a Brady. Evidentemente en fútbol americano, con unas plantillas de más de 50 jugadores, es mucho más difícil acertar pero eso no quita para que los hermanos Manning, Peyton y Eli, los mayores rivales de su historia (principalmente el primero) fueran elegidos en el número 1, o que Patrick Mahomes, número 10 y MVP de la actual temporada, o Jared Goff, el otro quarterback titular de la Super Bowl fue elegido número 1 en 2016, también fueran elegidos en puestos altos.

No se esperaba mucho de él pero un golpe de suerte (para él, brutal para el que lo recibió) iba a cambiarlo todo en su segunda temporada. Brady recaló en los New England Patriots, no eran una franquicia histórica pero acababan de vivir la mejor década de su historia. En el año 97 habían alcanzado la segunda Super Bowl de su historia, comandados por el quarterback Drew Bledsoe, además de conseguir otras tres apariciones en los playoffs. En la temporada de debut de Brady se produjo otro cambio fundamental en la franquicia, tomó los mandos como entrenador Bill Belichick, considerado unánimente el mejor de todos los tiempos. Juntos lograrían superar los porcentajes de victoria de cualquier otra franquicia de cualquiera de los tres grandes deportes americanos (fútbol americano, béisbol y baloncesto) superando a otra pareja mítica de jugador/entrenador, los Spurs de Popovich y Duncan.

Pero antes de lograrlo Brady se pasó su primera temporada en el banquillo y todo parecía indicar que también lo haría la segunda, cuando en el segundo partido de aquella temporada, Mo Lewis, linebacker de los New York Jets, se llevó por delante a Bledsoe y le lesionó gravemente. Brady se hizo con el puesto y llevaría a los Patriots a su primera victoria en la Super Bowl XXXVI, alzándose con el primero de sus cuatro MVPs en la gran final. Lewis quedó marcado de por vida (debajo pueden ver el vídeo), adorado por los seguidores de la religión Brady, tiene unas cuantas maldiciones en arameo por parte de todos aquellos que odian al californiano. Puede que incluso un Avada Kedavra por parte del mismísimo Harry Potter, y es que Daniel Radcliffe, el actor que le daba vida, no ha perdonado a Brady la aparición de una de las gorras ‘MAGA’ (nada que ver con Potter, son las siglas de ‘Make America Great Again’) de Trump en la taquilla de Brady en un partido de 2015 y ha declarado que irá con los Rams en la próxima Super Bowl, uno más de los muchos que lo harán solo por no ver ganar otra vez a Brady.

Una carrera de récord

Pero, como decía, Brady siempre se ha sabido alimentar del odio y ha hecho de la NFL su particular cortijo, rompiendo por el camino casi todos los récords, en particular en los playoffs y la Superbowl. De pequeño su ídolo, como el de tantos otros, era Joe Montana, el mítico quarterback de los San Francisco 49ers. Con su primera victoria en la Super Bowl se convirtió en el quarterback más joven en alzarse con la victoria, superando a Montana y a Joe Namath, si lo logra el domingo se convertirá en el más viejo, superando con ello a su archienemigo Peyton Manning que consiguió su segunda victoria con 39 años y 320 días. Si Brady lo logra se convertirá además en el único jugador (quarterback o no) en ganar 6 títulos (actualmente está empatado a 5 con el defensa Charles Haley), haciendo además de los Patriots la franquicia con más títulos, empatando los 6 de los Pittsburgh Steelers (los Patriots ya son la franquicia que más finales ha jugado).

Es solo una pequeña muestra de los múltiples récords, tanto individuales como de equipo, que ostenta. Y los que no tiene, pueden caer fácilmente en los próximos años, ya que Brady ha anunciado que hay “cero” opciones de que el partido que juega este domingo sea el último de su carrera, y ha hablado de que quiere seguir jugando hasta los 45 años.

Una carrera en la que ha conseguido 3 MVP de la temporada regular (por los 5 de Peyton Manning), 4 MVP de la Superbowl (el que más de la historia, por encima de los tres de Montana), 9 títulos de su conferencia, además de ser el quarterback con más partidos ganados en la historia de la NFL con 232, llevando a su equipo a liderar una temporada regular invictos, la de 2007, con un balance de 16-0, aunque ese año terminaron perdiendo la Super Bowl ante los Giants de Eli Manning por 17-14, en una de las derrotas (que también las ha habido) más dolorosas de la carrera de Brady.

Pero la percepción de Brady y los Patriots comenzó a cambiar en la temporada 2007 cuando fueron acusados de espiar a sus rivales. Luego en 2008, después de realizar la que muchos consideran la mejor temporada de su carrera, que le valió su primer MVP, Brady cayó lesionado en el primer partido y fue sustituido por Matt Cassel durante el resto de la temporada. Cassel no lo hizo nada mal y llevó a los Patriots a un récord positivo de 11 victorias y 5 derrotas. Muchos comenzaron a pensar en voz alta que el principal responsable del éxito de los Patriots era Belichick y no Brady. Cuando antes del inicio de la siguiente temporada el equipo se deshizo de Cassel, mucha gente tuvo la sensación de que Brady no quería a nadie que le pudiera hacer sombra o quitarle el puesto (como había hecho él al principio de su carrera con Bledsoe). En 2009 volvió y, a pesar de una excelente temporada individual, los Patriots se quedaron con un récord peor que la temporada anterior, 10-6.

Ante estos primeros contratiempos volvió a demostrar una envidiable fortaleza mental, en 2010 volvió a ser el MVP de la liga y calló unas cuantas bocas, al año siguiente volvió a llegar a la Superbowl, aunque la volvió a perder con los Giants de Eli Manning. En 2015 llegó su ansiado cuarto título cuando se impuso a los Seattle Seahawks 28-24. Era su primer título en 10 años y la constatación de que había vuelto definitivamente. Pero la victoria vino con una polémica mucho mayor, el conocido como ‘Deflagate’. Supuestamente en la final de Conferencia Brady ordenó desinflar un poco los balones que utilizaba su equipo para tener ventaja contra los Colts. A pesar de que no se le retiró el título la NFL suspendió a Brady de paga durante los primeros partidos de la siguiente temporada y quitó varias rondas del draft al equipo.

Las amistades peligrosas

Mientras cumplía su sanción uno de los pocos que le apoyaron fue Donald Trump, que en esos momentos se encontraba en medio de la campaña para postularse como candidato del Partido Republicano a la presidencia. En septiembre de ese año, Brady lucía la famosa gorra roja de Trump en la taquilla de su vestuario. No ocultó nunca su simpatía por Trump, con el que ha compartido varios partidos de golf, pero una vez alcanzada la presidencia y en medio de la tremenda polémica suscitada en la NFL tras las protestas durante la interpretación del himno americano de los jugadores afroamericanos, liderada por Colin Kaepernick (con Trump sugiriendo a los propietarios que “echaran a ese hijo de puta”), Brady decidió marcar las distancias y dijo que Trump era “divisivo”. Su mujer, la modelo brasileña Giselle Bundchen, pragmática en las labores de publicidad dijo en 2016 que ni ella ni su marido apoyaban a Trump. Siguiendo esta estrategia cuando en 2017 los Patriots volvieron a ganar por quinta vez la Super Bowl, Brady decidió no ir a la Casa Blanca con el resto del equipo, a pesar de que la victoria ante los Falcons de Atlanta se puede considerar la más increíble de su carrera, después de remontar un 28-3 en el tercer cuarto (algo parecido a ir perdiendo 4-1 después del descanso en el fútbol europeo).

Pero a pesar de sus intentos de distanciamiento, Trump no ha dudado en felicitar a Brady, Belichick y Robert Kraft (el dueño de los Pats) por su victoria en la final de Conferencia de este año y olvidarse del otro ganador, Los Ángeles Rams. Parece claro con quien irá el presidente este domingo, así que en un país intensamente dividido, muchos querrán una victoria de los Rams y que sea otro Donald, en este caso Aaron, el defensa de los Rams, el que de un abrazo “muy especial” a Brady, en concreto como el que le dio Mo Lewis a Bledsoe en la temporada 2001.

Pase lo que pase, gane o pierda, seguirá siendo el mejor de la historia, además de guapo, rico y el marido de Giselle Bundchen, pero no puedo terminar sin añadir lo que uno piensa personalmente del asunto, Tom Brady es el más grande de todos los tiempos y tenemos suerte de que siga jugando hasta los 45 años pero, por otro lado… por otro lado, espero que los Rams se impongan claramente, aunque mi cerebro, y la historia, digan lo contrario.

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